Alguien dijo: "Los cuentos nos ayudan a enfrentarnos al mundo"

Era se una vez...

8-2-2015 a las 21:47:50 10.000 relatos y 10.000 recetas

10.001 relatos en tiocarlosproducciones

10.001 recetas en mundi-recetasdelabelasilvia

Translate

domingo, 8 de julio de 2012

Anita y los elefantes


Anita Nchama era una niña de doce años. Vivía en un pequeño poblado de Guinea Ecuatorial. Una mañana de sol radiante, salió, como de costumbre, a pescar en el río. Tomó los utensilios de pesca: la red, el plato y el machete. Llegó al riachuelo que calma la sed de los habitantes del poblado; se quitó las pobres sandalias -no llevaba medias- y se dispuso a pescar, al estilo del país.
La suerte la acompañó: pescó lo suficiente para la cena de toda la numerosa familia y para comer el día siguiente. Estaba tan entretenida en la pesca que, cuando se dio cuenta, era yá media tarde y sintió mucha hambre.
Recogió los utensilios y la pesca y emprendió el regreso al poblado. Distraída, quizá por el hambre y el sol cegador de largas horas, tomó un sendero distinto del acostumbrado.
Anduvo y anduvo por la selva, y el poblado no llegaba. Al caer el sol, se encontró, asombrada, a las puertas del poblado de los grandes elefantes. Valiente como era, entró en casa de uno de ellos. La puerta era muy grande; las habitaciones, enormes, y el recibidor, inmenso. El dueño de la casa estaba sentado en una descomunal silla. Anita, admirada, le habló así:
-¡Oh!, ¡qué grandes y qué guapos sois los elefantes! ¡Qué hermosos colmillos tenéis! ¡Qué extenso y qué limpio es vuestro poblado! Me gustaría vivir con vosotros muchos, muchos días. Mis amigas dicen que a ellas les gusta comer carne de elefantes; pero yo sólo quiero contemplar vuestra belleza y disfrutar de vuestra compañía y amistad.
El elefante, que debía ser el jefe, comunicó a los demás lo que le había dicho Anita. Se pusieron muy contentos: agitaban las largas trompas, enseñaban los blancos dientes, cantaban y bailaban alrededor de Anita. Le dieron muy buena cena y la tuvieron como huésped de honor varios días.
Al cabo de unos días, Anita se acordó de que sus papás la estarían buscando, apenados. Corrió a casa del elefante jefe y le dijo que deseaba volver al lado de sus papás, pues estarían sufriendo por su ausencia.
Los grandes elefantes encontraron sus razones justas, y, aunque la querían mucho, la dejaron marchar a casa de sus papás. Pero, al despedirla, la llenaron de regalos: pendientes, collares, pulseras de marfil, vestidos vistosos de seda, finos zapatos y muchos y grandes colmillos de elefante. ¡Qué contenta estaba Anita!
Al llegar al poblado, contó a sus papás y sus compañeros cuánto había disfrutado, y lo bien que la habían tratado los grandes elefantes. Sus papás vendieron los colmillos y fueron muy ricos.
Otra niña del poblado, deseosa de tener la misma suerte, salió, intenciona-damente, de pesca. Siguió, casi punto por punto, lo que había oído contar a Anita y, como ella, se encontró en el extenso poblado de los grandes elefantes. Al verlos exclamó:
-¡Qué grandes sois! A mí me gusta mucho comer la carne exquisita de los elefantes.
Entonces, los grandes elefantes se dijeron:
-Esta niña nos quiere matar, para comer nuestra carne. Nosotros la mataremos y la comeremos a ella. Y así lo hicieron.
De esta forma, la niña avariciosa e imprudente, en vez de conseguir regalos y colmillos, como Anita, pagó con la vida su imprudencia.

111. anonimo (guinea ecuatorial)

No hay comentarios:

Publicar un comentario