Alguien dijo: "Los cuentos nos ayudan a enfrentarnos al mundo"

Era se una vez...

8-2-2015 a las 21:47:50 10.000 relatos y 10.000 recetas

10.001 relatos en tiocarlosproducciones

10.001 recetas en mundi-recetasdelabelasilvia

Translate

domingo, 8 de julio de 2012

Los cuatro ignorantes

En lo más intrincado de la selva guineana vivían cuatro jóvenes de edad aproximada y de parecidos gustos: amaban la aventura. Sus nombres eran significativos de sus futuras andanzas: Ondunduga (bruto), Akumya (famoso), Nyem Man (inteligente) y Eman Bot (linchador).
Cierta noche Nyem Man (inteligente) tuvo un sueño en el que vio una vasta y populosa ciudad, que distaba no menos de cuatrocientos kilómetros de su mísero poblado; pero en la ciudad soñada se hablaba una lengua distinta del dialecto que ellos usaban. Al despertar de su agradable y profético sueño, exclamó: ¡Aquié a Zam! (Dios mío).
Le faltó tiempo para comunicar, por la mañana, a sus amigos lo soñado. ¿Deberían ponerse en camino, en busca de la ciudad fantástica? Las razones convincentes de Nyem Man disiparon las posibles dudas. A los cuatro días, los cuatro amigos emprendían el camino con rumbo desconocido.
Pronto se les agotaron las provisiones con que salieron de casa; suerte de la hospitalidad de los pueblos fang y de los frutos que, aquí y allá, encontra-ban en el camino.
Al cabo de dos semanas, después de recorrer enmarañadas sendas y abandonadas trochas de madereros, de cruzar rápidos arroyos y ríos caudalosos, de subir y bajar por pendientes escabrosas, dieron vista a la ciudad, que días pasados fue soñada por Nyem Man, que hacía honor a su nombre.
A punto estaba el sol de ocultar su rostro tras las nemorosas montañas, cuando nuestros viajeros llegaron a una de las puertas de la ciudad: eran seis las que por la noche la protegían de peligros exteriores. Antess de cruzarla, Nyem Man dijo a sus compañeros:
-Los habitantes de esta ciudad hablan una lengua desconocida. Tendréis que ir a donde haya gente conversando; cuando entendáis una palabra o una frase, la anotáis y así podremos encontar fácilmente trabajo. Por mi parte, no tendré dificultad, pues, como soy inteligente, a la primera cogeré la conversa-ción.
Les pareció bien el consejo de Nyem Man, por algo era el sabio del grupo. Se esparcieron por la ciudad y hacia las ocho de la tarde se encontraron, como habían quedado, en la plaza Mayor de la ciudad. Estaban satisfechos de su primera experiencia; cada uno sabía ya algo del enigmático idioma de la ciudad. El que más había entendido, como es natural, fue Nyem Man. Había presenciado una riña y le quedó grabado lo que uno de los contendientes dijo al otra «¡Eres un infame, cállate cochino!».
Ondunduga, a su vez, cogió la palabra «nosotros»; Akumya, descifró: «porque queremos»; y Eman Bot, casi gánó; a  Nyem Man, al descifrar: «Llevános a donde quieras, somos perdonavidas».
Con tan escasos conocimientos ya se creían en posesión del desconocido idioma de la ciudad. ¡Tal era su necia presunción!
Calle Mayor abajo, comenzaron a echar planes sobre el futuro trabajo. Tan absortos iban en el tema, que Eman Bot tropezó con el cadáver de una persona recién asesinada. Lo insólito del caso dejó petrificados por unos instantes a los cuatro jóvenes. Aun no habían salido de su asombro, cuando se acercó un agente del orden y les interrogó:
-¿Quién ha asesinado a este hombre?
-Nosotros; -respondió Ondunduga.
-¿Y por qué lo habéis hecho? -preguntó el agente.
-«Porque queremos»; -contestó Akumya.
-¿Con que sois vosotros los asesinos que buscamos?; -insistió el policía.
-«Eres un infame; cállate, cochino»; -le gritó Nyem Man.
Irritado el agente les replicó:
-Si hacéis en la ciudad lo que queréis y además me estáis insultando, ¿como indemnizaréis la muerte de este hombre y repararéis mi fama?
-Llévanos a donde quieras, somos perdonavidas; -le respondió Eman Bot, sin inmutarse.
-Vosotros mismos, como fanfarrones que sois, os habéis condenado; venid conmigo a la cárcel; -concluyó el agente del orden. Y los condujo a la prisión, donde pasaron duramente la noche, sin saber por qué.
Al día siguiente, se reunieron los jóvenes de la ciudad para juzgar a los cuatro presuntos asesinos. No tenían abogado defensor; tampoco ellos se podían defender, por desconocer completamente el idioma de la ciudad. Suerte que las investigaciones realizadas ya por la policía habían descubierto al verdadero asesino. Los cuatro «fanfarrones» fueron puestos en libertad, pero con la promesa de ir a la escuela y empezar, sin jactancia, el estudio de la lengua que no sabían. La escuela está para enseñar a los que no saben, para que no caigan neciamente en el error.

111. anonimo (guinea ecuatorial)

No hay comentarios:

Publicar un comentario