En un pueblo muy alejado
vivían un amo y su criado. La casa era fastuosa, llena de adornos, ventanales,
alfombras y escaleras.
El criado era quien más
sufría porque le tocaba limpiar, lavar, planchar, cocinar y atender al amo, que
no soportaba a nadie cerca.
Un día, mientras esperaba
al amo a almorzar, se puso a escuchar música y a repasar con un plumero la
biblioteca. Pero el polvillo que despedían los libros, lo hizo estornudar y
estornudar dejándole la nariz como una cebolla.
En eso llegó el amo, pero
de tan mal humor, que no se animó a contarle lo ocurrido. Tapándose con un
barbijo se acercó a la mesa y le sirvió la comida.
Pero el amo encontró la
sopa fría y sin sal. Empezó a gritar como un loco y, preso de cólera, tomó el
plato y los cubiertos y los arrojó por la ventana.
Vino el criado y al ver
lo que estaba haciendo su amo, tiró por la ventana la bandeja con carne, el
pan, el vino, la servilleta y el mantel.
‑¿Qué haces? ‑le preguntó
irritado el amo, levantándose furioso de su asiento,
‑Perdone usted, señor ‑le
respondió con seriedad‑, si no comprendí bien su intención. Entendí que hoy
prefería comer en el patio. ¡El aire es tan apacible! ¡El cielo está tan
sereno! Mire el manzano en flor qué hermoso y cómo pasean las abejas a su
alrededor.
Avergonzado,
el amo se fue a dormir la siesta dando un portazo y el criado
siguió estornudando y escuchando música.
Fuente: María Luísa Miretti
081. anonimo (sudamerica)
como se llama el autor?
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