En un pueblecito antiquísimo,
perdido en la densa selva, ocurrió algo tan extraño, que admiraría al más
escéptico: cómo los vecinos del menciónado pueblo pasaron del proyecto de
sacrificar un animal, al de dar muerte a unas personas.
Los hombres del poblado tenían fama
bien merecida de excelentes cazadores.
Cierto día, como trofeo de su
incursión por el bosque trajeron un gorila pequeño, al que sentenciaron para el
banquete común del domingo. En espera de la sentencia, lo encerraron en una
casita del país, con sus patas traseras bien ligadas con melongo y sueltas las
delanteras para que pudiese comer.
El sábado por la mañana, los
cazadores salieron en busca de plátanos, yuca y tomates a sus fincas, distantes
buen trecho del poblado. Para mayor, tranquilidad dejaron el cuidado y
vigilancia de la tierna víctima en manos de las cinco mujeres más viejas del
lugar.
El mono, que no era tonto del todo,
cuando se vio libre de los fornidos cazadores, pensó una estratagema, para
conseguir la fuga. Con sus largos dedos cogió una caña de bambú de las que,
atadas con melongo, aguantaban las cortezas de oyang de la pared. Con sus
dientes afilados soltó dos cuerdas de melongo; las ató en los extremos de la
caña; en su mitad las separó del bambú con un palito y consiguió formar un nvet rudimentario.
Sin pérdida de tiempo, el astuto
animal, con cuatro notas musica-les compuso e interpretó, acto seguido, una
canción, cuya letra decía así:
¿E bot e
dja di be ke vé?
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¿Adónde han ido los de este pueblo?
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Toalé toalé
to
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clo, clo, clo.
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¿Be ke vé?
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¿Adónde han ido?
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Be ke pkweñ
bicoan
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Han ido a cortar plátanos
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e'lig a
Nkéng
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en el poblado de Nkéng
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Toalé toalé
to
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¿B'adji zá?
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¿A quién comen?
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B'adji é
moan ongom
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Comen al pequeño gorila
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a'wu Meséng
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muerto en Meseng.
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Toalé toalé
to
|
clo, clo, clo.
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¡Eh! ¡eh!
¡eh!
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¡Eh! ¡eh! ¡eh!
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Toalé toalé
to bis
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Ndji Biség.
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Consumidor de hígados.
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Toalé toalé
to
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Nto miya.
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Limpiador de intestinos.
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Toalé toalé
to
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S'a ma.
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A mí no.
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Toalé toalé
to
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Ngam moan
nnom.
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Tal vez a una viejecita.
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Gustó tanto la canción a las
viejecitas que rogaron al gorila que se la repitiera.
-No repito mi canción -dijo el
animal, si no me dejáis suelto por el pasillo.
Le abrieron la puerta y le permitieron
deambular por el lugar solicitado. Nuevamente, entonó allí su canción y otra
vez enterneció a las sensibles viejecitas, una de las cuales solicitó otro bis.
-Gustoso accederé a vuestro deseo
-respondió el cuadrumano, si me lleváis a la vera del camino que conduce al
bosque.
Era tal el hechizo que el canto
producía en las viejecitas que presurosas cumplieron la condición.
Por tercera vez, el pequeño gorila
pulsó su rústico nvet, y atipló su voz con maestría hasta entonces inusitada.
Aquí era de ver y oír los saltos y
gritos de las viejecitas que se confundían con las alegres notas del canto.
Otra vez más rogaron y rogaron que el cantor repitiera la opereta.
-Lo haré -replicó él- si me
permitís subir a la primera rama de este árbol.
Ellas se lo consintieron, sin caer
en la cuenta de que, paso a paso, -iban avanzando hacia la selva virgen, paraje
a propósito para el as de los trepadores. En la flexible rama, el pequeño
gorila entonó su canción por última vez, pues no dio tiempo a nuevos ruegos, antes,
de tres acrobáticos saltos, se internó en el bosque impenetrable y desapareció
de la atónita mirada de las burladas viejecitas.
Aun se oían las ramas agitadas por
el fugitivo gorila, cuando llegaron los curtidos cazadores abrumados por los
plátanos, yuca, tomates, etc...
-¿Dónde está el pequeño gorila?
-preguntaron todos a una.
-Se nos escapó -respondió la más
vieja de las cinco.
-¿Cómo es posible, si lo dejamos
tan seguro y custodiado?
-Entonó una agradable canción
-siguió explicando la viejecita y, cada vez que la cantaba, nos iba pidiendo
más libertad; que lo alejásemos más de la jaula; hasta que lo pusimos en la
rama de ese egombe-gombe, y de ahí se emboscó en -la selva y no pudimos darle
alcance.
-¿Qué decía la canción? -preguntó
el más bromista de los cazadores.
-La anciana repitió la letra, sin
comerse una sílaba.
-Es necesario que la canción se
cumpla -decretó el más cruel de los cazadores. Por tanto, tú y tus compinches
moriréis en lugar del pequeño gorila y comeremos vuestra carne, aunque no muy
tierna, con estos plátanos, yucas y tomates.
Y tal como fuera sentenciado, así
lo ejecutaron. Cumpliéndose una vez más la sentencia:
Quien mal anda, mal acaba.
111. anonimo (guinea ecuatorial)
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