66. Cuento popular castellano
Este era un padre que tenía mucha
familia. Y se fue un día a por una carga de leña, y junto a una peña salió un
gigante a él y le dijo:
-¿Qué buscas?
-Estoy buscando un poco de leña para
mi familia. Y el gigante le dijo:
-Si me da usted lo primero que salga a
recibirle esta noche, le doy a usted para que mantenga a toda su familia.
Y le dijo que sí, creyendo que saldría
una perrilla que tenía. Pero al acercarse a su casa, salió un hijo a recibirle,
y le dijo el padre:
-¿Por qué has salido a mi encuentro?
Te he vendido.
Y le explicó lo que le había dicho el
gigante.
-Pues, no tiemble usted, padre -le
dijo el hijo, que si le da pa mantener todos mis hermanos, yo diré.
Y a los tres días, le fue a llevar el
padre a la peña. Y salió el gigante a por él, y entraron en la peña. Y le
encerró en un cuarto.
Para darle de comer no veía más que
una mano por una ventana.
Y luego por la noche iba una cosa a
dormir con él.
Después de trece años le dice el gigante:
-Oye, ¿tendrás ganas ya de dir a ver a
tus padres?
Y dijo que sí. Y fue y lo sacó de la
peña y fue a ver a sus padres. Y el gigante le dijo que volviera a los tres
días, que le esperaría él. Y al llegar él a su casa, le dijo el padre que qué
tal le iba.
Y dijo que bien, que le había metido
en un cuarto solo, que no había más que una mano que le daba de comer y una
cosa que iba a dormir con él por la noche. Y le dijo su padre:
-Mira, hijo; llevas una cerilla para
ver lo que es.
A los tres días fue otra vez a la
peña, y salió el gigante a por él.
De que fue la cosa a dormir con él,
fue y inrisquió una cerilla y vio que era una moza mu guapa, mu guapa. Y luego
de que lo sintió el gigante, fue y le puso los avíos de cuando entró en la
cueva, y le cogió y le tiró a unas tierras muy agrias.
Y andando por el monte, se encontró
con unos avichuchos y un león. Se habla muerto una caballería, y se habían
acercado a ella un león, un águila, un galgo y una hormiga. Y al pasar junto a
ellos les dijo:
-¡Buenas tardes!
-¡Ande usted con Dios! -le dijeron.
Pero cuando ya había pasado de largo,
los animales ya se dijeron:
-El caso es que se ha ido y le
podíamos llamar que nos partiera este avichucho (animalito).
Y le llamaron y le dijeron que
volviera. Y él dijo para sí:
-Me llaman para comerme.
Y ya fue.
-Queremos que nos parta usted este
avichucho.
-Muy bien.
Y al águila le echó la carne, los
huesos al galgo, al león también carne, y a la hormiga los sesos. Ya de que lo
repartió, se marchó. Y ya dijeron los animales:
-El caso es que el hombre nos lo ha
repartido, y no le hemos dado nada. Más vale volverle a llamar.
Y le llamaron y le dijeron que
volviera. Y llegó y dice que qué querían, pensando que le querían comer.
-Dicemos que ¡vamos!, que ha hecho
usted el favor de repartirlo, y no le hemos dado nada. Y dicemos que le vamos
a dar cada uno una cosa.
El águila le dice:
-Tenga usted una pluma para que cuando
quiera usted decir: «Yo, águila», se vuelva usted águila.
Y el león le dice:
-Tenga usted unos pelos, pa que cuando
quiera usted decir:
«Yo, león», se vuelva usted león.
Y el galgo:
-Tenga usted unos pelos para que
cuando quiera usted decir: «Yo, galgo», se vuelva usted galgo.
Y la hormiga:
-Tenga usted un cuerno para que cuando
quiera usted decir: «Yo, hormiga», se vuelva usted hormiga. Les dio las
gracias, y ya que marchó, dice:
-¡Yo, águila!
Y volar, volar, hasta que llegó a la
peña.
-¡Yo, hombre!
Reconoció la piedra y dijo:
-¡Yo, hormiga!
Rodar la peña abajo hasta que llegó a
la habitación de la moza y se metió debajo de su cama. Y por la noche se fue a
acostar la moza. Y pincharla la hormiga, y chilló la moza. Y decía el gigante:
-Encanto, ¿qué te pasa? Que si voy
allá...
Y va el gigante y, como era hormiga,
no la vía. A la otra noche,
la volvió a pinchar. Y al chillar la
moza, decía el amo:
-Encanto, ¿qué te pasa? Que si voy
allá...
Y se levantaba el gigante y no vía
nada. Y a la otra noche lo mismo. Luego, a la tercer noche, la dijo.
-No chilles. Soy yo, el que ha estado
aquí. Quiero saber cómo es para tú estar aquí. A ver si puede ser el yo sacarte
de aquí. Al otro día le dice la moza al gigante: -Venga usted y le espulgo.
Y ya de que estuvo espulgándole un
rato, le dijo:
-Bueno, señor amo, le voy a preguntar
una cosa. ¿Cómo es para yo estar aquí?
-Pues mira -le dice el gigante. Allí
a catorce mil leguas de aquí hay una labuna muy grande y un monte muy espeso,
muy espeso. Y en aquella labuna hay una serpiente. Y aquella serpiente la
tienen que matar y la tienen que abrir, y de ella saldrá una liebre. Y aquella
liebre la tienen que agarrar y la tienen que matar. Y la tienen que abrir, y de
ella saldrá una paloma. Y aquella paloma la tienen que agarrar, la tienen que
matar, y la tienen que abrir, y de ella saldrá un huevo. Y aquel huevo le
tienen que traer y estrellarle en mi frente. Y entonces será cuando tú salgas
de aquí.
Y dice la moza:
-Pues, ya lo sé, señor amo. Sé que
tengo que estar aquí toda mi vida.
Pues, ya a la noche fue a su cama, y
volvió el mozo en forma de hormiga y la preguntó:
-¿Qué te ha dicho el amo?
-Cosa imposible. Me ha dicho esto: que
tienen que ir catorce mil leguas de aquí, donde hay una labuna y un monte muy
espeso. Y en la labuna hay una serpiente. Y la serpiente la tienen que agarrar
y matar y abrir, y de ella saldrá una liebre. Y la liebre la tienen que
agarrar, la tienen que matar y la tienen que abrir, y de ella saldrá una
paloma. Y la paloma la tienen que agarrar, la tienen que matar y la tienen que
abrir, y de ella saldrá un huevo.
Y aquel huevo le tienen que traer y
estrellarle en su frente. Y entonces será cuando salga de aquí.
-Pues, ahora mismo me voy -dice. ¡Yo,
hormiga!
Subió la peña arriba. Y de que salió
de la piedra:
-¡Yo, hombre! ¡Yo, águila!
Volar..., volar..., hasta que llegó al
monte.
-¡Yo, hombre!
Y reconoció el monte. Y luego se fue a
buscar amo y encontró uno. Y le dijo al amo:
-No vayas a ese monte, que hay una
labuna muy grande, y de la labuna sale una serpiente que todo lo mata.
Y él no le hizo caso. Iba con las
ovejas y las llevaba al monte.
Y de que las tupía, se tumbaban, y él
se iba a la labuna. Y salía la serpiente, y él decía:
-¡Yo, león!
Y comenzaban a luchar. Y al luchar
decía la serpiente.
-¡O quien tuviera un vaso de la Fuentefría ! ¡Qué pronto
te quitaría yo a ti la vida!
Y decía el león:
-¡O quién tuviera un pan caliente, y
un beso e una doncella en la frente! ¡Qué pronto te daría yo a ti la muerte!
Estuvieron así peleando, y ni a uno le
podían traer el vaso ni al otro el pan.
Va a casa por la tarde y le dice el
amo:
-Tú vas al monte.
-No, señor, yo no voy al monte.
Entonces el gigante, de que barruntó
que andaban detrás de la serpiente, se enfermaba y decía:
-¡Ah, probecito de mí! ¡Si, encanto,
no te lo hubiera yo dicho!
No andará el huevo muy largo de mí.
Al otro día vuelve al monte y, al
tumbarse las ovejas, se fue a la labuna y salió la serpiente. Y dijo el pastor:
-¡Yo, león!
Y se enredaron a luchar. Y al luchar
decía la serpiente:
-¡O quién tuviera un vaso de la Fuentefría ! ¡Qué pronto
te quitaría yo a ti la vida!
Y decía el león:
-¡O quién tuviera un pan caliente, y
un beso e una doncella en la frente! ¡Qué pronto te daría yo a ti la muerte!
Estuvieron así peleando y ni a uno le
podían traer el vaso ni al otro el pan. Y al volver a casa por la tarde, volvió
a decirle el amo:
-Tú vas al monte.
-Yo, no, señor. Yo no voy al monte.
Al otro día vuelve al monte y, al
tumbarse las ovejas, se fue a la labuna, y salió la serpiente. Y dijo:
-¡Yo,
león!
Y se volvió león, y se enredaron a
luchar.
Y al marchar el pastor ese día con las
ovejas, dice el amo:
-El pastor va al monte. Yo tengo que
ir a ver lo que hace. El amo fue y se escondió. Y los vio según luchaban. Y al
luchar decía la serpiente:
-¡O quién tuviera un vaso de la Fuentefría ! ¡Qué pronto
te quitaría yo a ti la vida!
Y decía el león:
-¡O quien tuviera un pan caliente y un
beso e una doncella en la frente! ¡Qué pronto te daría yo a ti la muerte!
Y estuvieron luchando y ni a uno le
podían traer el vaso ni al otro el pan. Luego el amo va a casa y dice:
-El pastor va a la labuna, y he visto
esto. Y contó lo que había visto. Y luego dijo:
-A tal hora mañana tenemos que cocer y
tenemos que hacer un pan. Y al tiempo que esté luchando el león y la serpiente,
que vaya la moza y le lleve el pan caliente y le dé el beso en la frente. Y el
gigante estaba ya muy malito. Al día siguiente el pastor fue otra vez al monte.
Y al tumbarse las ovejas se fue a la labuna, y salió la serpiente. Y dijo:
-¡Yo, león!
Se volvió león, y se enredaron a
luchar. Y cuando estaban luchando, la moza le llevó el pan caliente al león y
le puso el beso en la frente. Y el león mató a la serpiente. Luego dijo:
-¡Yo, hombre!
Se enredó, esolló a la serpiente y la
abrió, y salió la liebre.
-Yo, galgo!
Agarró la liebre.
-¡Yo, hombre!
Se enredó, la mató y la esolló, y la
abrió, y de ella salió la paloma.
-¡Yo, águila!
La agarró.
-¡Yo, hombre!
Se enredó, la mató y la abrió, y de
ella salió el huevo. Y fue an ca su amo.
-Tenga usted, señor amo, las ovejas.
El monte se queda para usted todo, que le he ganado yo.
-¡Aguárdate, que te tienes que casar
con mi hija, que te ha dado el beso!
-No, señor, no me aguardo. No puede
ser el aguardarme. ¡Yo, águila!
Volar, volar, volar, volar..., hasta
que llegó a la piedra.
-¡Yo, hombre!
Reconoció la piedra y dijo:
-¡Yo, hormiga!
Rodar la peña abajo hasta que llegó
hasta donde dormía la moza. Fue la moza por la noche, y la dijo:
-Toma el huevo, estréllale mañana, si
Dios quiere, en la frente. Por la mañana la moza le dice al gigante:
-Señor amo, venga usted y le espulgo.
-¡Ah; probecito de mí! ¡Si, encanto,
no te lo hubiera yo dicho! ¡Ya está el huevo encima de mí!
¡Claro! Se le estrelló en la frente,
se murió el gigante. Y luego se quedó aquello hecho un palacio. Y se casaron
los dos, la moza y el mozo.
Arcones,
Segovia. Narrador
LXXV, 28 de marzo, 1936.
Fuente: Aurelio M. Espinosa, hijo
058. Anonimo (Castilla y leon)
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