209. Cuento popular castellano
Eran dos individuos que estaban
resentidos, y uno era de muy malos sentimientos. Se encontraron un día en el
campo a solas, y como el de los malos sentimientos siempre estaba preparao, le
desafió al otro, que no lo estaba. Y ya comenzaron a reñir, y le dijo:
-Yo a ti, ahora, te voy a matar,
porque nadie nos ve y nadie sabrá nada de este suceso. Te mato y quedo en
libertaz. Y el otro le dijo:
-Tienes razón, puedes hacerlo, porque
vienes con esa idea, y yo no me preparo para nada. Pero este hecho dices que
nadie lo ve, y hasta las moscas serán testigo de mi muerte, porque Dios no es
encubridor de los malos hechos.
Y ya el otro hizo la muerte y se vino
a casa tan tranquilo. Pero a los pocos días su mujer le notaba que estaba
agitado, que no tenía reposo. Iba a comer, y se le ponían a su lado todas las
moscas que había en la casa; iba a dormir y pasaba lo mismo, y ya ni comía ni
dormía. Ya observando la mujer un día y otro y otro una cosa extraña en él, le
dijo:
-No sé... Que me da en qué pensar, de
poco acá, esta manera que tienes de ser. Parece que te encuentro disgustao,
pues veo que no tienes reposo en ningún sitio. Ni comes, ni duermes, ni
sosiegas, ni te veo con gusto para nada. Dime hombre, lo que te pasa.
Desahógate de lo que sea, a ver si te lo puedo remediar.
-Pues, mujer, es una cosa muy grave;
pero como no tengo tranquilidad, te lo voy a decir: que he hecho una muerte
hace tanto tiempo. Se trata de aquél que echan de menos, que no se ha sabido
quién lo mató. Y he sido yo.
Y en esto que comenzó la mujer:
-¡Ay, Dios mío! ¡Ay, Dios mío!
Y los niños se apercibieron.
-Pues, al tío Fulano lo ha matao mi
padre, que se lo ha dicho a mi madre. Por eso se queda tan malo.
De modo que ya dieron parte, fue la
curia a su casa, le prendieron y le sentenciaron.
Astudillo,
Palencia. Narrador
XXIV, 14 de mayo, 1936.
Fuente: Aurelio M. Espinosa, hijo
058. Anonimo (Castilla y leon)
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