61. Cuento popular castellano
Una serpiente que tenía siete cabezas
vivía en un campo raso y tenía un pozo donde se metía. Y todos los días la
tenían que alimentar con una persona, porque si no, hacía muchos estragos, devorando
todo lo que encontraba.
Había un hombre en el pueblo que era
el más rico y más principal, y ése era el que sorteaba para ver quién era el
que tenía que ser devorado por la serpiente cada día. Aquel día le tocó a una
hija de él. Entregaron a la muchacha a su suerte y la llevaron al campo raso y
la dejaron allí para que la devorara la serpiente. Allí la dejaron por el
camino aguardando a que viniera la serpiente.
La hija estaba llorando fuertemente
cuando la encontró un joven, y le preguntó que ánde iba. Ella le respondió:
-Pues a presentarme a la serpiente
para que me coma. Y el joven la dijo:
-Retírate y vete a tu casa, que yo soy
quien he de matar a la serpiente.
Se retiró la joven y se fue para su
casa. Y el joven fue adonde estaba la serpiente, aguardó a que saliera del pozo
y la mató. Después que la mató, la sacó las siete lenguas y las arrebujó en un
papeluco y se las guardó.
Después pasó por allí un arriero con
unos burros matones y al ver la serpiente muerta dijo:
-¡Ah, aquí sí que aproveché la
ocasión!
Y cortó las siete cabezas de la
serpiente y se fue a presentárselas al padre de la hija, diciendo que él había
matado a la serpiente y libertado a la hija. Pero la hija le dijo a su padre
que aquél no era el que la había encontrado en el campo y que le había dicho
que se retirara de allí.
Al día siguiente se presentó el
primero, el que había matado a la serpiente. Le preguntaron que ánde iba, y él
respondió:
-Voy en busca de la hija del rico para
casarme con ella.
El rico le dijo que ya le habían
presentado las siete cabezas. A eso respondió él que miraran a ver si las
cabezas tenían lenguas. Vieron todos que las cabezas no tenían lenguas. Y
entonces él sacó el papeluco donde traía arrebujadas las lenguas y se las
enseñó, y así se supo que él era el que había matado a la serpiente. Y entonces
la hija del rico le reconoció, y se casó él con ella.
Palencia,
Palencia.
Fuente: Aurelio M. Espinosa, hijo
058. Anonimo (Castilla y leon)
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