128. Cuento popular castellano
Éstas eran tres hermanas. Dos de ellas
salían a coser todos los días, y la pequeña se quedaba en casa para cuidar de
la comida.
Y un día cuando estaba sola la
pequeña, fue una pobre a pedirla una limosna para un niño que tenía. Y la
muchacha la dijo que no tenía nada que darla, porque ellos también eran muy
pobres. Y la pobre insistía que la diera un poco de pan. Y la dijo la muchacha
que si se le daba, pues la regañaban luego las hermanas, porque no tenía más
que para la comida.
Pero por fin, como la pobre insistió
tanto, se le dio, y la pobre la dio en cambio una muñeca. Y la dijo que la
acostara con ella, y que cuando dijera, «Quiero cagar», que la dejara cagar,
diciéndola: «¡Caga, hija, caga!»
Llegaron las hermanas a comer y la
pequeña no se atrevía a poner la comida por no tener pan. Ya la obligaron a
decir que no le tenía.
-Ha venido una pobre y se le he dado
para un niño que tenía. En pago me ha dado esta muñeca. Me ha dicho que la acueste
conmigo y que cuando pida de cagar, la diga: «Caga, hija, caga».
Las hermanas se enfadaron mucho con
ella y la dijeron que ella sería la que se acostara con la muñeca. Se
acostaron, y a media noche, cuando estaban en la cama, dijo la muñeca:
-Quiero cagar.
Y la dijo la muchacha:
-¡Caga, hija, caga!
Y empezó a cagar duros y onzas. Tan
grande fue su asombro que llamó a las hermanas. Y al ver ellas que cagaba duros
y onzas, se pusieron muy contentas.
Al día siguiente estaban deseando que
llegara la noche para irsen a la cama. Y así estuvieron varias noches, hasta el
extremo de hacersen ricas. Se pusieron ricas y ya iban a coser en coche.
A todos causaba asombro la prosperidad
de las tres hermanas y decían:
-¿Qué habrá pasado a las modistillas,
que antes estaban tan pobres y ahora van en coche y tienen tanto dinero? Y la
mujer de un zapatero, que vivía enfrente, dijo a su marido:
-Yo he de ver lo que ha pasado. Me voy
a ir como que tú me has pegado una paliza. Voy ahora que no están las hermanas.
Fue a casa de las hermanas y la dijo a
la pequeña que le dejara entrar; que la había pegado el marido. Y dice la niña
que no puede, porque la regañaban sus hermanas. Pero la mujer insistió:
-Déjame mujer, aunque sea debajo de tu
cama.
Y por fin la pequeña la dejó entrar y
la metió debajo de su cama.
Volvieron las hermanas y después de
cenar se acostaron, sin saber que la mujer del zapatero estaba allí. A media
noche la muñeca pidió que quería cagar, y la mujer del zapatero vio que cagaba
duros y onzas.
Entonces, cuando las hermanas se
quedaron dormidas, salió la mujer del zapatero, cogió la muñeca y se la llevó.
Y al llegar a casa le dijo a su marido:
-Mira, consiste en esta muñeca. Nos
tenemos que acostar con ella. Y cuando se pone a cagar, caga duros y onzas.
Estaban deseando que llegara la noche
para acostarsen. Se acostaron, y a media noche la muñeca dijo que quería cagar.
-¡Caga, hija, caga! -dijo la mujer del
zapatero.
Pero en vez de cagar duros y onzas,
comenzó una zurraspera que le llenó hasta los bigotes al zapatero. Entonces la
zurró bien a la mujer y tiró la muñeca a un corral.
Y el corral era del rey. Un día fue el
rey a hacer su necesidad. No tenía papel, agarró, y era la muñeca. Y se le coló
para dentro y fue a casa quejándose.
Colorín colorao, colorín colorete, por
el bocín salió un cohete.
Riaza,
Segovia. 30
de marzo, 1936.
Fuente: Aurelio M. Espinosa, hijo
058. Anonimo (Castilla y leon)
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