Alguien dijo: "Los cuentos nos ayudan a enfrentarnos al mundo"

Era se una vez...

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domingo, 1 de julio de 2012

La hija del diablo


71. Cuento popular castellano

Era un hombre muy jugador, que siempre que se ponía a ju­gar perdía. Y era muy rico y perdió todo su capital. Y una noche estaba pensando en la cama que si se le presentara el diablo y le diera una baraja que siempre que jugara, ganaba, que le entrega­ba el alma. Y estando pensando, se le presentó el diablo. Y le dijo:
-Toma esta baraja. Siempre que juegues con ella, ganarás. Pero dentro de dos meses, me tendrás que entregar el alma. Tie­nes que ir a la tierra del diablo.
Y dice el chico:
-Está bien. Acepto a lo que me manda.
Tomó la baraja. Y luego ya después, siempre que jugaba, ga­naba. Hasta que se hizo otra vez millonario.
Pero ya se le cumplían los dos meses, y ya tenía que ir a entre­gar el alma al diablo. Y se despiffló de toda la famila. Y al día siguiente emprendió la marcha. Y se hizo de noche. Y fue a parar a una casa donde había todas las aves del mundo. Y le preguntó al aguilero, al que las cuidaba:
-¿Cuál es el ave que vuela más? Y le dijo:
-La paloma.
Llegó la paloma y la preguntó él si se llegaba a la tierra del diablo. Y le contestó que no, que la que pasaba era el águila. Y llegó el águila. Y la dijo el aguilero que si se comprometía a llevar al chico hasta la tierra del diablo. Y le contestó que sí. Y le dijo el aguilero al chico:
-Tiene usted que matar a una res grande para que cuando vaya montao en el águila, siempre que mire hacia atrás, la tiene que dar un cacho de carne. Si no, le matará.
Y al día siguiente, cuando emprendieron la marcha, miraba el águila hacia atrás y le daba un cacho de carne. Pero ya se le terminó la carne. Miró el águila, y ya no le pudo dar nada. Y pen­sando en si le mataría, se cortó un cacho de carne de la pierna. Volvió a mirar pa atrás el águila, y le dio un cacho de carne.
-Pero ya llegó al palacio del diablo. Y al bajarse el chico del águila, le vio que echaba sangre. Y le preguntó que qué le había pasao. Y la contestó que se le había terminao la carne y no tuvo más remedio que cortarse un cacho. Y fue el águila y le devolvió la carne. Y se le puso igual que estaba antes.
Y ya el águila se marchó. Y el chico llamó a la puerta del dia­blo. Salió el diablo a la puerta. Y le dice el chico:
-¿No me conoce? Soy aquel jugador de la baraja, que me dijo que dentro de dos meses que tenía que venir a entregar el alma.
Y le contestó el diablo que estaba bien. Y le dijo:
-Te voy a mandar tres oficios. Si me las haces, te perdono la vida.
Se asomaron al balcón.
-Mañana vas a ir a ese monte de leña y me le tienes que cor­tar todo y traerme la leña a casa.
Y entonces el chico, viendo que era imposible, se echó a llorar.
Pero el diablo tenía tres hijas, dos judías y una santa. Y la santa, al verle que lloraba, le preguntó que qué le pasaba. Y la dijo que porque el diablo le había mandao cortar todo el monte y llevársele a casa. Sacó un alfiletero y le dijo:
-Extiéndeles por todo el monte y te tiendes a dormir. Cuan­do despiertes, ya estará todo en casa.
Fue el muchacho al día siguiente y extendió los alfileres. Y se tendió a dormir. Y cuando despertó, ya estaba todo en casa. Se lo fue a contar al diablo. Y le dijo el diablo que cómo se apañaba, que hacía cosas imposibles. Y le dijo:
-Ya na más te faltan dos oficios. Mañana tienes que segar todo ese campo de trigo, trillarle, limpiarle y traer el pan cocido a casa.
Y otra vez empezó a llorar el chico. Y decía que a él no le podría salvar nadie de ese oficio. Pero se le presentó la hija santa del diablo y le dijo:
-Toma este diablillo y tírale al campo. Y échate a dormir. Cuando despiertes, ya estará todo en casa.
Fue el muchacho al día siguiente y le tiró al campo. Y se echó a dormir. Y cuando despertó, ya estaba todo en casa. Y cuando se lo fue a contar al diablo, le quería matar. Pero ya le dijo:
-Nada más te falta un oficio; pero éste es el peor. Mañana tienes que ir al mar a buscar el anillo de mi cacarabuela.
Y empezó otra vez a llorar el muchacho. Pero antes de salir, le dijo la hija santa:
-Lleva un recipiente grande y un cuchillo.
Y fue el chico y lo cogió y lo llevó a la orilla del mar. Y nada más llegar, se le presentó la hija santa del diablo y le dijo:
-Toma esta novela para que no te duermas -para que no te duermas. Y me tienes que hacer tajadas y no me ties que de­jar caer ni una gota de sangre, que si me dejas caer una gota de sangre estamos perdidos. Pero antes te voy a repetir que no te duermas, porque si te llamo por tercera vez y no me has contesta­do, me ahogo.
Y así lo hizo el chico. La hizo tajadas y las extendió por todo el mar. Y el chico, al ver que nadie le llamaba, se echó a dormir. Y ya la hija del diablo le llamaba. Y ya le había llamao por dos veces; pero a la tercera, despertó, echó a correr y la sacó. Y le dijo ella:
-Toma el anillo; pero me has dejado caer una gota de sangre, y he perdido el dedo corazón. Pero es igual. También te voy a de­cir que cuando llegues, estaremos convertidas en palomas las tres, y te dirá mi padre que escojas una, y tú escogerás la que ande con el ala caída, que aquélla soy yo.
Y se despidieron y desapareció la santa. El chico volvió y le entregó al diablo el anillo. Y entonces le dijo el diablo:
-Ahí tengo tres palomas. Escoge de ellas la que quieras y con ella te casarás.
Y entraron en una habitación, y, al ver el chico a las palomas, escogió a la del ala caída. Y le dijo el diablo:
-No cojas a ésa, que ésa está manca. Ésa no vale para nada. Ésa no la cojas.
Y el chico le dijo que si no era con ésa, que no era con ninguna. Y dijo el diablo que bueno, que con ésa sería. Y le hizo asomar a un aujero, y vio a tres manos. Y le dijo el diablo:
-Escoge de ellas la que quieras.
Y al ver a la manca, la de la santa, dijo que con aquélla. Y dijo que a no ser con ésa, que con ninguna. Y le dijo el diablo:
-Tú siempre te tiras a la peor. ¿No ves que ésa es manca? Le dijo el chico que no siendo con aquélla, que no quería a ninguna. Entonces le dijo el diablo que con ésa sería, que se ca­saría con ella.
Y se casaron. Pero ya se hizo de noche, y la hija santa le dijo al chico:
-Esta noche nos querrá matar mi padre.
Y se acostaron. Se acostó el diablo antes con su esposa. Y ellos -el chico y la santa- llenaron dos pellejos de saliva, que metían mucho ruido. La santa le dijo al chico:
-Ahí en la cuadra hay dos caballos. Escoge de ellos el más delgao, que es el Pensamiento. El otro es más gordo; pero es el Aire: corre doble menos.
Pero el chico llegó a la cuadra y, al ver el caballo delgao, dijo que él no lo llevaba y cogió el otro, el Aire. Y dijo la santa:
-Vamos. Ya no tenemos tiempo; pero has cogido el caballo peor, porque con el otro nos pillarán muy pronto.
Y echaron a andar. Y la saliva ya dejó de meter ruido. Y se levantó el diablo creyendo que ya estarían dormidos, para ma­tarlos con un puñal. Y al ver a los pellejos encima de una mesa, como estaba oscura la habitación, pegó una puñalada a cada pe­llejo, creyendo los habría matao. Y estallaron los pellejos, y le llenaron todo de agua. Y el diablo se enfadó y fue corriendo a la cuadra a ver qué caballo habían llevao. Y vio que habían llevao el Aire. Y dijo que pronto les cogería.
Montó en el otro caballo y echó a andar. Y ya llegaba cerca de ellos cuando miró la santa para atrás. Y al ver a su padre, sacó un diablillo del bolso, y le tiró. Y se convirtió en una huerta. Y cuando llegó el diablo allí, él se puso de hortelano y le dijo al diablo:
-¿Ha visto usted pasar por aquí a un hombre y una mujer?
Y le contestó que si quería puerros, berzas y zanahorias. Y el diablo le contestó que no le preguntaba eso, que si había visto a un hombre y una mujer. Y le contestó lo mismo. Y ya se enfadó el diablo y se marchó. Y se lo contó a la mujer. Y le dijo la mu­jer que aquéllos eran. Y dijo:
-Ahora voy yo.
Y ya llegaba cerca de ellos la mujer del diablo cuando la san­ta miró para atrás. Y entonces escupió, y se formó allí un mar -ellos de un lado y la mujer de otro. Y ya la mujer del diablo les echó la bendición para no volverles a seguir más.
Y el chico y la santa siguieron andando. Y encontraron una ermita cerca de un pueblo. Y la santa se quedó allí, y el chico dijo que se marchaba al pueblo, que volvería de seguida. Y la santa le dijo que no se dejase besar de ninguna vieja, que si se dejaba besar, no se volvería a acordar de ella.
Él se marchó para el pueblo; pero fue una vieja por detrás y le dio un beso. Y no se volvió a ocupar de la mujer. Pero ya, cuan­do se había pasao una semana, fue por la ermita y le dijo la mujer que si no la conocía, que era aquella santa, que le hizo tantos favores. Y entonces él la conoció y fue a su pueblo y llamó a toda su familia para que la fueran a reconocer. Y la llevaron con ellos. Y se terminó.

Vega de Valdetronco, Valladolid. Narrador XVI, 1 de mayo, 1936.

Fuente: Aurelio M. Espinosa, hijo                                                            

058. Anonimo (Castilla y leon)

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