67. Cuento popular castellano
Era un pescador y tenía un hijo. Y no
le quería dejar ir a pescar con él. Y el chico daba guerra porque quería ir
con su padre. Y un día su madre le soltó al chico para que fuera con su padre, y
se marchó con él.
Y al llegar al río, extendieron la
rede para pescar y vieron a una trucha. Y le dijo el hijo al padre que si
quería que se metiera por ella. Y el padre le dijo que bueno, que se metiera.
Y el chico se metió y fue detrás de la
trucha. Y la trucha se metió en un hoyo, y el chico detrás de ella. Y cayó el
chico a un jardín. Y en el jardín vio un hermoso palacio. Entró el chico por
una puerta y, al entrar, vio una habitación que tenía en la puerta un letrero
que decía: «Caliéntate, que pa ti está puesto.»
El chico entró y se calentó. Y dice:
-Voy a ver qué hay allí más alante.
Y se marchó a otra habitación. Y en la
puerta había otro letrero que decía: «Come, que pa ti está puesto». Y entró y
comió el chico. Y después de comer se marchó áa otra habitación. Y miró otro
letrero que decía: «Bebe, que pa ti está puesto». Y después de beber se fue a
otra habitación. Y en la puerta había otro letrero que decía: «Vístete, que pa
ti está puesto». Y entró y se vistió. Y después de vestirse se marchó a otra
habitación que tenía en la puerta un letrero que decía: «Duerme, que pa ti está
puesto». Y el chico entró y se echó a dormir.
Y le despertó una princesa encantada,
y le dijo:
-¡Márchate, que aquí hay un gigante
que, cuando venga, te matará!
Y el chico la dijo:
-¿Qué haría yo a ti para salvarte?
-No puede ser -dice-. Porque tendrás
que ir al Monte Sinaf, y allí tendrás que coger a una serpiente; la tendrás
que abrir, y saldrá una corza corriendo; la cogerás, la tendrás que abrir, y
saldrá una paloma blanca volando; la cogerás, la abrirás, saldrá un huevo de
oro; y me le traerás, y ésa es la salvación mía.
Y el chico ya marchó de camino. Y al
llegar a la mitaz del camino, se encontró con un león, un galgo, una aguilica
y una hormiga. Y le dijeron que si les quería repartir una res muerta que
tenían. Y les dijo que sí, que se lo haría.
Y cortó la cabeza de la res y se la
dio a la hormiga, diciendo:
-Aquí tiene ustez esta cabeza para que
no pase ustez frío este invierno y coma bien.
Y luego dice:
-Para el galgo, los huesos... Para el
león, la carne magra... Para el águila, las tripas, para que vuele mejor.
Y terminó, y dijeron los animales que
estaba bien. Y el chico se marchó otra vez de camino. Y cuando había andado una
milla o así, le volvieron a llamar. La dijeron los otros animales al águila:
-Tú que aguantas más, que le alcanzas
más pronto, ve a decirle que no le hemos dado las gracias, que se vuelva.
Y cuando le alcanzó el águila, le dijo
que se volviera, que no le habían dado las gracias, que les llamaría
sinvergüenzas. Y el chico la contestó que era igual, que no se volvía. Y dijo
el águila que sí, que se tenía que volver.. Y ya volvió otra vez para atrás.
Según iba por el camino, iba diciendo el chico:
-Ahora que han terminado con la res,
empezarán conmigo.
Y iba con miedo. Y al llegar allí le
dijo el león:
-No le hemos dado las gracias.
Queremos darle algo en recompensa de lo que nos ha hecho. Yo, como león...
¡Tenga ustez un pelo!
Y se arrancó un pelo del hocico y se
le dio.
-¡Tenga ustez! Cuando diga ustez,
«¡Dios y león!», se vuelve ustez un león.
El galgo le dijo:
-¡Tenga un pelo!
Se arrancó un pelo del hocico.
-Cuando diga ustez, «¡Dios y galgo!»,
se vuelve ustez un galgo. Y el aguilica se arrancó una pluma y se la dio.
-Cuando diga ustez, «¡Dios y aguilica!»,
se vuelve ustez un águila.
Y la hormiga le dijo:
-Yo no tengo nada que darle; pero le
daré una patita, aunque me quede cojita. Cuando diga, «¡Dios y hormiguica!», se
vuelve ustez una hormiguita.
El chico les dio las gracias, se
despidió de ellos y se fue otra
vez de camino. Y cuando llegó al Monte
Sinaí, dijo:
-¡Dios y león!
Y se volvió un león. Y dijo: -¡Dios y
hombre!
Y se volvió un hombre. Y dijo:
-¡Dios y galgo! Y se volvió un galgo.
Y dijo:
-¡Dios y hombre!
Y se volvió otra vez hombre. Dijo:
-¡Dios y águila! Y se volvió un
águila. Dijo:
-¡Dios y hombre!
Y se volvió otra vez un hombre. Y
dijo:
-¡Dios y hormiga!
Y se volvió una hormiga. Y dijo:
-¡Dios y hombre!
Y se volvió otra vez un hombre. Y
volvió a decir:
-¡Dios y aguilica!
Y se volvió águila y se fue volando
hasta el pueblo más próximo. Y al llegar allí dijo:
-¡Dios y hombre!
Y se volvió otra vez un hombre. Y fue
a pedir posada en casa de un pastor. Y le preguntó el pastor que qué andaba
haciendo por ahí. Y le dijo que se encontraba sin trabajo. Y le dijo el pastor
si se quería poner a servir en su casa. Le contestó el chico que sí. Y le dijo
el amo, el pastor, que no tenía que ir por el Monte Sinaí, que allí había una
serpiente que le cogería y le mataría.
Como era la que él buscaba, al día
siguiente se marchó al Monte Sinaí. Y al llegar al Monte, metió las ovejas en
la hierba verde. Y ya, cuando se llenaron la barriga las ovejas, las iba dirigiendo
para casa. Y se encontró con la serpiente. Y dijo:
-¡Dios y león!
Y se volvió un león. Y empezaron a
luchar. Y ya, rendidos, dice la serpiente:
-Si yo tuviera un pan caliente y una
copa de aguardiente, ¡yo te daría a ti la muerte, león valiente!
Y contestó el león:
-Si yo tuviera un pan caliente y una
copa de aguardiente y el beso de una doncella, ¡yo te daría a ti la muerte,
serpiente fiera!
Y ya, cansados de estar luchando, cada
uno se retiró a un lado. Y dijo:
-¡Dios y hombre!
Y se convirtió otra vez en hombre.
Y al llegar en casa del pastor, le
preguntó que dónde había estado con las ovejas. Y le dijo el chico que metía
las ovejas entre el trigo -y comían la hierba y dejaban el trigo. Y ya, después
de encerrarlas, se acostó.
Y ya al día siguiente por la mañana se
fue otra vez al mismo sitio con las ovejas. Y el pastor tenía dos hijas. Y la
dijo a una que se fuera detrás del chico a ver dónde las metía, que se escondiera
entre los trigos y hierbas para que no la viera.
Y después de estar por allí un rato el
chico con las ovejas, ya se iba para casa, cuando se encontró con la serpiente,
y dijo:
-¡Dios y león!
Se convirtió en león, y estuvieron
luchando también como el día anterior. Y cansados ya de estar luchando, dijo la
serpiente:
-Si yo tuviera un pan caliente y una
copa de aguardiente, ¡yo te daría a ti la muerte, león valiente!
Y contestó el león:
-Si yo tuviera un pan caliente y una
copa de aguardiente y el beso de una doncella, ¡yo te daría a ti la muerte,
serpiente fiera!
Y ya, cansados de luchar, cada uno se
retiró a un lado. Y dijo:
-¡Dios y hombre!
Y se convirtió otra vez en hombre.
Y la chica, que lo estaba oyendo, fue
corriendo y se lo contó a su padre, que el pastor que tenían se convertía en
león y andaba peleando con la serpiente del Monte Sinaí; y que decía que:
«Si yo tuviera un pan caliente y una
copa de aguardiente y el beso de una doncella, ¡yo te daría a ti la muerte,
serpiente fiera! »
Y aquel día estaban cociendo, y el
padre la dijo a la hija:
-Pues, mañana, cuando estén en la
pelea, vas, coges un pan de éstos que estamos cociendo, le das a morder un cacho,
le das una copa de aguardiente y le das tú un beso, a ver si es verdaz que la
mata.
Y al día siguiente vuelve el chico con
las ovejas al Monte Sinaí. Y la chica se fue escondiendo entre los trigos.
Cuando estaban otra vez en la pelea el león y la serpiente, dijo la serpiente:
-Si yo tuviera un pan caliente y una
copa de aguardiente, ¡yo te daría a ti la muerte, león valiente!
Y dijo el león:
-Si yo tuviera un pan caliente y una
copa de aguardiente y el beso de una doncella, ¡yo te daría a ti la muerte,
serpiente fiera!
Llegó la chica por detrás, le dio a
morder un cacho de pan caliente, la copa de aguardiente y le dio un beso. Y
cayó la serpiente muerta. Y dijo entonces el león:
-¡Dios y hombre!
Y se convirtió otra vez en hombre. Y
dirigió a las ovejas hacia el pueblo. Y al llegar en casa del pastor le dijo:
-Me entrega ustez la cuenta, que yo
mañana no puedo estar más aquí..., que yo mañana me tengo que marchar a mi
tierra.
Y le dijo el amo que no se fuera, que
le casaría con la hija que más quisiera..., que le daría todas sus ovejas. Pero
el chico le dijo que no podía ser. Y se marchó.
Y volvió al Monte Sinaí y abrió la
serpiente, y salió una corza corriendo. Y dijo:
-¡Dios y galgo!
Y se convirtió en galgo. Y, ¡venga a
correr!... Y corrió detrás de ella hasta que la alcanzó. La cogió y la abrió, y
salió una paloma blanca volando. Y dijo:
-¡Dios y aguilica!
Y se convirtió en águila. Y empezó a
volar detrás de la paloma hasta que la cogió y la abrió. Y la sacó un huevo de
oro.
Entonces empezó a volar hasta llegar
al jardín donde había dejado a la princesa encantada. Al llegar a un árbol se
puso allí encima. Y la princesa encantada, que estaba allí, al verla, dijo que
sería él, porque allí no había aves de ninguna clase.
Y se hizo de noche, y se entraron el
gigante y la princesa encantada dentro a dormir. Y dijo:
-¡Dios y hombre!
Y se convirtió en un hombre. Y dijo:
-¡Dios y hormiguica!
Y se convirtió en una hormiga y entró
por las randijas de la casa. Y al llegar a la cama de la princesa, dijo:
-¡Dios y hombre!
Y se convirtió en hombre. Y dijo:
-¡María! -que así se llamaba la
princesa.
La princesa se asustó y empezó a
gritar. Se levantó el gigante y la dijo:
-¡Si me vuelves a llamar, te mato!
Y cuando se marchó, volvió a decir el
chico:
-María, ¿pero no me conoces?
Y volvió otra vez a gritar la
princesa. Y se levantó otra vez el gigante. Y empezó a mirar por todos los
sitios; pero el chico se había convertido otra vez en hormiga, y el gigante no
le veía por ninguna parte. Y la volvió a decir:
-¡Si me vuelves a llamar, te corto el
pescuezo!
Y se volvió a acostar otra vez el
gigante. Y el chico dijo:
-¡Dios y hombre!
Y se convirtió en hombre, y la dijo a
la princesa:
-Pero María, ¿no me conoces? Si soy
aquel del huevo de oro, que me encargaste que te le trajese.
Y dice la princesa:
-¡Ah, sí! ¡Recuerdo!
Y dice:
-Mira: vas a subir allá arriba, y vas
a mirar por aquella ventana. Si ves al gigante que está con los ojos abiertos,
está dormido; si está con los ojos cerrados, está despierto. Y tienes que dejar
caer el huevo sobre la frente. Si no le pegas en la frente, estamos perdidos
los dos.
Y el chico subió a la ventana y vio al
gigante con los ojos abiertos. Y le dejó caer el huevo sobre la frente. Y el
gigante dio un rugido y cayó muerto. Y el chico se lo fue a contar a la
princesa, y la princesa dijo:
-Mañana saldremos de aquí y nos
casaremos. Y así termina.
Vega
de Valdetronco, Valladolid. Narrador
XVI, 30 de abril, 1936.
Fuente: Aurelio M. Espinosa, hijo
058. Anonimo (Castilla y leon)
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