105. Cuento popular castellano
Éste era un rey que tenía tres hijos.
Un día llamó a sus hijos y les dijo que, como ya era muy viejo, quería dejar su
corona a uno de ellos. Y les dijo:
-Quiero que os marchéis por el mundo;
y el que mejor regalo me presente, se gana la corona.
-Pues, ¿qué regalo quiere usted que le
traigamos? -le preguntaron.
-Una palangana. El que me presente la
mejor palangana se gana la corona.
Y se marcharon los tres. Cada hijo
cogió un caballo y se marchó cada uno por distinto camino. Los dos mayores la
encontraron de seguía. Y el más pequeño se le hizo de noche. Y a fuerza de
andar vio una luz a lo lejos. Y se acercó a ella, llamó a la puerta, y salió a
recibirle una mona que era la criada del caserío. Y la dijo:
-¿Me podría hospedar aquí esta noche?
Y al mismo tiempo la mona llamó a la
señorita:
-Señorita, que aquí hay un caballero,
que si le podemos hospedar esta noche.
Y salieron unas cuantas de monas,
porque en aquella casa todos eran monos y monas.
-¡Que pase! ¡Que pase! -dijo la
señorita. Llamó a los criados y dijo:
-¡Recoger el caballo de ese caballero
y lo arreglen ustedes! Y a las criadas las dijo:
-Preparadle la cena.
Y pusieron una rica mesa,
elegantemente vestida, con buenos manjares. Dispués de cenar, estuvieron
jugando al tresillo. Y cuando terminaron de jugar, la señorita dijo a la
criada:
-Conducirle a su habitación.
A la mañana siguiente se levantó muy
de temprano y le dijo la criada:
-Señorito, ¿cómo se levanta usted tan
pronto?
-Porque traigo un encargo y tengo que
andar el camino.
-Espere usted que se levanten las
señoritas. ¡Señoritas! ¡Que se va el forastero!
-¡Ah! ¡Espere usted que se desayune,
señorito! No se vaya usted
-Traigo un encargo que hacer y tengo
que buscarlo.
-Y, ¿qué encargo tiene usted que
hacer? Aquí se lo podremos dar.
-Pues, soy el hijo del rey -dice-.
Somos tres hermanos. Y nos ha dicho mi padre que el que la mejor palangana le
presentemos, que ganamos la corona.
Entonces la señorita llamó a la criada
y la dijo:
-Trae -el bebedero más viejo del
corral de las gallinas. Y en vuélvesele en unos papeles y dásele al señorito.
Le trajo la criada, y la señorita se
le entregó al joven.
-Téngalo usted, caballero, y váyase
usted a casa.
Y él, sin decir nada, lo cogió y se marchó.
Y marchaba muy triste, pensando en que llevaba el bebedero más viejo de las gallinas.
Al llegar a una fuente, se bajó de su caballo y, pensando en que llevaba un
bebedero tan malo, le desenvolvió. Y vio que era una palangana preciosa, llena
de perlas, esme-raldas, rubís, topacios y brillantes. Y al ver que era tan
preciosa, montó en su caballo y iba muy contento.
Al llegar a su casa presentó su regalo
a su padre y se encontró que sus hermanos habían presentado cada uno una
palangana más inferior a la suya. Y le dijo su padre:
-La tuya es la mejor. Pero todavía no
te has ganado la corona. Ahora tenéis que traerme una toalla. El que me
presente la mejor toalla, se gana la corona.
Y montando de a caballo, como la vez
anterior, cada uno se marchó por distinto camino. Y el menor se fue por el
mismo camino que antes. Él, que no quería ir por aquel camino; pero el caballo
no quería salir de él y siempre iba por el mismo. Y se le hizo de noche, y tuvo
que volver por el mismo sitio que la vez anterior, porque el caballo no quería
pasar de allí.
Llamó a la puerta, salió la misma
criada y dijo:
-¡Señoritas, el señorito del otro día
está aquí!
-¡Que pase! ¡Que pase! Y, ¡dile al
criado que recoja el caballo y que lo arregle!
-Perdonen ustedes, que el caballo no ha
querido ir por otro camino. Y se me ha hecho de noche, y vengo a que me den
ustedes posada como el otro día.
Le pusieron la cena como la noche
anterior. Y dispués de cenar estuvieron jugando al tresillo hasta acostarse.
Al día siguiente se levantó muy de
temprano y le dijo la criada:
-¿Cómo se levanta usted tan pronto,
señorito?
-Porque tengo que hacer un encargo y
tengo que buscarlo.
-Pues aquí se lo darán las señoritas,
como el otro día.
-No, señora, no es cosa que ustedes me
puedan dar. Es cosa más pesada.
-¡Señoritas, que se va el señorito! Y
salieron y le dijeron:
-Pues, ¿qué encargo tiene usted que
hacer? ¿Qué desea usted? Aquí lo encontrará usted todo.
-Una toalla que le tenemos que
presentar a mi padre para ganar la corona: Nos ha dicho que el que presente la
mejor toalla se gana la corona.
Llamaron a la criada, y la dijo la
señorita:
-Trae la rodilla más sucia que hay en
la cocina.
Se la trajeron y se la envolvieron en
unos papeles. Se la entregó la señorita, diciéndole:
-Téngala usted, señorito, y váyase
para casa.
Y él, muy pensativo, se iba para casa.
Al llegar a la fuente, se bajó de su caballo y, pensando en que llevaba una
rodilla sucia, desenvolvió los papeles. Y se encontró con que era una toalla de
damasco preciosísima.
Volvió a montarse a caballo y, al
llegar a casa, enseñó la toalla a su padre. Y era mucho mejor que la de los
hermanos mayores. Y le dijo el padre:
-La tuya es la mejor. Pero todavía no
te has ganado la corona. Ahora el que mejor novia traiga, se casará con ella y
ganará la corona.
Montaron de a caballo al día
siguiente, y cada uno se marchó por distinto camino. Y el menor se fue por el
mismo camino que antes, porque... él no quería ir por allí, pero el caballo no
quería salir de aquel camino. Al llegar al mismo sitio, llamó, y salió la
criada:
-¡Señoritas, el señorito del otro día!
-¡Dile que pase! ¡Y di al criado que
recoja el caballo y que lo arregle! Y, ¡que pase!
Pusieron la mesa como las noches
anteriores. Cenaron, jugaron al tresillo y le recibieron en la misma habitación
que las noches anteriores. En toda la noche pudo dormir, pensando en que era
cosa más pesada que las otras.
Al día siguiente se levantó más
temprano que los días anteriores, y le dijo la criada:
-¿Por qué se levanta usted tan pronto,
señorito?
-Porque traigo hoy una cosa más pesada
que las de los días anteriores.
-Pues espere usted a que se levanten
las señoritas. ¡Señoritas, que se va el señorito!
-¡Que espere un momento, que vamos
ahora mismo! Bajaron al poco tiempo.
-¿Cómo se va usted tan pronto?
-Porque traigo una cosa muy pesada y
tengo que andar el camino.
-Pues, nos diga usted, que aquí lo
encontrará usted todo.
-¡Ay, no, señora! ¡No, señora! Usted
perdone, pero eso no puede ser.
-¡Sí, sí! ¡Dígalo usted, que aquí lo
encontrará usted todo! Pues, ¿qué? ¿No les han gustado a ustedes los regalos de
los días anteriores?
-Sí, señora, han sido los mejores.
Pero éste es muy pesado.
-Pues, ¡dígalo usted!
-Pues, nos ha dicho -dice- que el que
mejor novia llevemos, nos casare-mos con ella y nos ganaremos la corona.
La señorita llamó a la criada y la
dijo:
-Llama a la mona más fea que haya en
la casa. Y se presentó la más fea. Y dijo a los criados:
-Aparejar nuestros carruajes, y
montarnos todos para ir a celebrar las bodas.
Todos eran monos y monas. El joven
cogió su caballo y volvía con ellos. Y allí iba muy disgustado. Pero al llegar
a la fuente, se pararon a merendar. Y se volvieron coches y señoritas, todos
muy elegantes y muy majos, todos muy bonitos.
Cuando llegaron a palacio, los dos
hermanos mayores ya estaban allí. Y se creían que no las habría más bonitas
que las suyas. Y al subir por las escaleras, el joven la subía del brazo, y,
detrás, subían todas las señoritas muy elegantemente vestidas, muy majas, muy
bonitas todas. Y cuando el rey vio a la princesa que venía con él, le dijo:
-Tú te has ganado la corona por
haberme presentado los mejores regalos y la mejor novia. Te casarás con ella,
y ella será la reina.
Se casaron, vivieron felices y
comieron perdices, y a mí no me dieron porque no quisieron.
Tordesillas,
Valladolid. 2
de mayo, 1936.
Fuente: Aurelio M. Espinosa, hijo
058. Anonimo (Castilla y leon)
Es un cuento muy hermoso, gracias por publicarlo.
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