165. Cuento popular castellano
Un señor cura echó un sermón y,
hablando de las brujas, dijo que o poco había de poder, o había de hacer
desaparecer a esos espíritus malignos del pueblo.
Pero siempre hay de esas mujeres, que
no rezan nunca y van sólo a la iglesia a oír lo que dicen, y eso.
El señor cura se vino a su casa. Y
después de cenar, se acostó.
Y a media noche le empezaron a tirar,
uno por un lado y otro por otro, hasta que le tiraron de la cama, dándole
escobazos.
Y el pobre, sin articular palabra, se
cayó al suelo. Y allí estuvo, helao de frío, sin poder subirse a acostar a la
cama, hasta que al día siguiente era hora de misa. Y él estaba allí quieto.
Vino el sacristán a llamarle, que
cuándo iba el señor cura, que llevaban tanto tiempo tocando. Y entró el ama:
-¡Señor, señor, que están tocando a
misa, y le viene a llamar el sacristán!
Y se le encontró heladito de frío.
Pero él, sin darse por sentido, se vistió, y se fue a misa, porque no dijeran
que él creía en supersticiones.
Desde aquel momento no volvió a
predicar más ni a decir nada de las brujas por si acaso.
Sepúlveda,
Segovia. Narrador LXXXII, 3 de abril, 1936.
Fuente: Aurelio M. Espinosa, hijo
058. Anonimo (Castilla y leon)
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