16. Cuento popular castellano
Esta era una picaciña. Tenía el nido
en un pino y tenía cinco picaciños. Pasó un día un lobo y la dijo:
-Picaciña, dame un picaciño, que si
no, a culadas y a rabadas te derribo el nido.
Y ella, la pobre, llorando se le dio.
Al día siguiente pasó otra vez el lobo
y le dijo:
-Picaciña, ¿cuántos picaciños tienes?
Y dice la picaciña:
-Cuatro.
-Pues dame uno, que si no, a culadas y
a rabadas te derribo el nido.
Y la pobre picaciña se le dio también.
Al día siguiente pasó el lobo otra vez.
-Picaciña, ¿cuántos picaciños tienes?
-Tres.
-Pues dame uno, que si no, a culadas y
a rabadas te derribo el nido.
Y la picaciña se le dio.
Al día siguiente pasó el lobo otra
vez.
-Picaciña, ¿cuántos picaciños tienes?
Y le contesta la picaciña:
-Ya dos sólo.
Y dice el lobo:
-Pues dame uno, que si no, a culadas y
a rabadas te derribo el nido.
Y ya la pobre se le dio también, y se
quedó llorando ya de ver que le quedaba uno sólo.
Entonces pasó por allí el alcancaraván
y, viendo que la picaciña estaba llorando, la preguntó:
-Picaciña, ¿por qué lloras?
-Pues, porque tenía cinco picaciños, y
ha pasado el lobo y poco a poco me los ha ido llevando. Y ya sólo me ha dejado
uno, y va a venir hoy y también me le va a llevar. Y él la dice:
-¿Por qué se los has dado?
-Porque me decía -contesta la
picaciña- que si no, a culadas y a rabadas me iba a derribar el nido.
-¡Ay tonta, tonta! -le dijo el
alcancaraván, que te has dejado engañar. Otro día cuando venga, le dices: «Mi
nido no se derriba ni a culadas ni a rabadas, que se derriba con hacha de acero
bien afilada».
Cuando se hubo marchado el
alcancaraván, llegó el lobo y la dice a la picaciña:
-Picaciña, ¿cuántos picaciños tienes?
-Uno -dice.
-Pues, dámele -dice el lobo-, que si
no, a culadas y a rabadas te derribo el nido.
Y contesta la picaciña:
-Mi nido no se derriba ni a culadas ni
a rabadas, que se derriba con hacha de acero bien afilada.
-¿Quién te ha dicho eso? -preguntó el
lobo.
-El alcancaraván -dice.
-¿Por dónde ha ido el alcancaraván?
-preguntó el lobo.
-Por ahí abajo.
-Ahora voy a dar yo a él.
Y el lobo se fue a buscarle. Ya le
encontró y le dice:
-Oye, ¿por qué la has dicho a la
picaciña que me dijera que su nido no se derriba ni a culadas ni a rabadas, que
se derriba con hacha de acero bien afilada?
-Porque sí -dice el alcancaraván;
porque me ha dado pena de que la has quitado sus hijitos y que los has comido.
-Pues, ahora te voy a comer yo a ti
-dijo el lobo, y de un bocado le metió a la boca.
-Pues mira -le dice el alcancaraván.
Para comerme a mí tienes que decir tres veces, cuando me tengas en la boca:
«¡Al alcancaraván comí!» porque si no, tengo una raspa muy grande y se te
clava en el paladar y te ahogas. Pero tienes que abrir bien la boca. ¡Hale! ¡A
ver!
-¡Al alcancaraván comí! -gritó el
lobo.
-¡Pero fuerte! ¡Pero abre más la boca!
-¡¡Al alcancaraván comí!!
Y a la que va a abrir la boca para
decirlo la última vez, se escapó el alcancaraván de la boca del lobo y gritó:
-¡A otro tonto, que no a mí!
Pedraza,
Segovia. Narrador
LVII, 24 de marzo, 1936.
Fuente: Aurelio M. Espinosa, hijo
058. Anonimo (Castilla y leon)
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