73. Cuento popular castellano
Era un jugador y había jugao la
hacienda de su padre. Y estando desesperao, dijo:
-Si bajara el diablo y me diera una
baraja que ganara la hacienda de mi padre y otro tanto más, le ofrecía la vida.
Bajó el diablo y le dijo:
-Si te sostienes en lo que acabas de
decir, que me das la vida por la hacienda de tu padre, te la doy.
Y aceptó. Y se la dio. Y con ella ganó
la hacienda de su padre y otro tanto más. Se le volvió a presentar el diablo y
le dijo:
-Puesto que has ganao lo que querías,
mañana te tienes que presentar al Palacio Donde Irás y No Volverás.
Él emprendió el camino y se encontró
con una vieja. Viéndole tan triste, le dijo:
-¿Dónde vas?
Dijo:
-No sé. ¿Si me da ustez razón dónde
está el Palacio de Irás y No Volverás?...
La vieja entonces le dijo:
-¿Ves aquella cuesta negra, negra?
Allí llegas y llamas. Allí saldrá una joven. Te preguntará adónde vas. Y tú se
lo dices.
Efectivamente, llegó y al llamar en la
puerta, se presentó la joven. Y al explicar él a lo que venía, le dijo ella que
era su padre el demonio. Que estaban comiendo, y que, al pasar él, le mandarían
comer, pero que no comiera; y que le mandarían beber, que no bebiera; que le
mandarían sentar, que no se sentara.
Y él así lo hizo. Subió, dijo:
-Buenos días. Ya estoy aquí. -Bueno,
hombre, siéntate a comer. Dijo:
-No, ya he comido.
-Pues, bebe.
Dice:
-No tengo sé.
-Siéntate, que vendrás muy cansao.
Dice:
-No, que he descansao antes de llegar
aquí.
-Puesto que no vienes cansao, ni tienes
nada, te vas a ir a aquella tierra que ves allí lejos y la aras, siembras el
trigo, y de aquel trigo me traes harina para comer el pan de ella.
Mas el joven, viendo una cosa para él
tan imposible, bajaba
muy triste. En seguida se le presentó
la joven y le dijo:
-¿Qué te ha mandao mi padre, que bajas
tan triste?
-Pues, que vaya a aquella tierra, la
are, la siembre de trigo
y le traiga harina del trigo que dé la
tierra para hacer el pan.
-Pues no te apures. Vamos.
Llegaron a la tierra, y le mandó que se
echara a dormir. Y dijo él que cómo se iba a echar a dormir con lo que había
que hacer. Y dijo ella que no temiera nada. É1 se echó y se durmió.
Cuando despertó, ya tenía la harina.
Le dijo ella:
-Ahora, al llevarle tú la harina, te
dirá mi padre que eres el mismo demonio, o Blancaflor anda contigo. Y tú le
contestarás, «Ni soy el mismo demonio, ni Blancaflor anda conmigo, ni conozco
a semejante mujer».
Conque llegó y se lo entregó. Y le
dijo el demonio:
-Tú eres el mismo demonio, o
Blancaflor anda contigo. Y él contestó:
-Ni soy el mismo demonio, ni
Blancaflor anda conmigo, ni conozco a semejante mujer.
-Bueno, pues ahora vas a ir a aquel
majuelo, y me vas a traer vino de lá uva que dé la cepa para cenar yo esta
noche.
Bajaba el muchacho otra vez muy triste,
y se le volvió a presentar Blancaflor. Le volvió a preguntar que qué le había
dicho su padre. Y dijo que fuera a aquel majuelo, que de la uva que diera
aquella cepa le tenía que traer vino para cenar. Y ella dijo:
-No te apures. Vamos.
Llegaron al majuelo y le mandó que se
sentara. Y en seguida le dio el vino. Llegó con el vino, y le volvió a decir
que era el mismo demonio, o Blancaflor andaba con él. Y él contestó lo mismo:
-Ni soy el mismo demonio, ni
Blancaflor anda conmigo, ni conozco a semejante mujer.
Fue el demonio y le dijo:
-Bueno, ¿ves aquel río grande que hay
allí? Pues vas y me tienes que traer el anillo que perdió la abuela de mi
tatarabuela. Al bajar bajaba mucho más triste, y Blancaflor volvió a salir a
él. Le volvió a preguntar que qué le había mandao su padre. Y le dijo él que
una cosa muy imposible: que era buscar el anillo que perdió la abuela de su
tatarabuela. Y le dijo ella:
-No te apures. Coge ese barreño que
hay allí, y vamos.
Llegaron allí, y dijo ella que la
matara y que la partiera en cachos y la echara en el barreño. Pero que tuviera
cuidado de no caer una gota de sangre en el suelo. El no quería. Decía que
primero quería él perder la vida antes que matarla a ella, con lo que había
hecho ella por él. Y dijo ella:
-No temas; haz lo que yo te mando y
tírame al río.
Entonces él la mató, la echó en el
baño y la tiró al río. Mas al poco rato salió con el anillo en el dedo, mas con
un dedo menos, por una gota de sangre que cayó en el suelo. Le dijo ella:
-Ahora te dirá mi padre que tiene tres
hijas y que te tienes que casar con una. Mas tú, búscame a mí siempre por el
dedo que me falta.
Y así lo hizo su padre. Le dijo que
tenía tres hijas y que se tenía que casar con una -con la que él quisiera. Que
las iba a meter en una habitación muy oscura, y a la que cogiera se tenía que
casar con ella. Pero él siempre escogía a la que la faltaba el dedo. Como
siempre escogía la misma, de muchas veces que las encerraba en la habitación,
ya dijo que bueno, que se casara con ella.
Pero Blancaflor, como era santa y todo
lo que iba a hacer su padre lo sabía ella, le dijo al joven:
-Esta noche piensan matarnos. Así es
que meteremos dos pellejos de vino tinto en la cama y nosotros nos marcharemos
de aquí.
Y su padre la comenzó a llamar. Y ella
entonces le dijo al joven:
-Yo voy a escupir aquí, y mi
escupicina le contestará a mi padre. Tú vete por esos dos caballos que hay en
la cuadra.
Montaron en ellos y se marcharon. Y su
padre la llamaba. Decía:
-Blancaflor.
-¿Qué quie ustez? -contestaba la
escupicina.
Y ya la llamó por otra vez. Y como se
iba consumiendo, contestaba muy bajito, y dijo su padre a sus hijas:
-Prepararos, que ya están medios
dormidos, que ya contestan muy poco.
Volvieron a llamar, y ya no les
respondió nadie. Creyendo que estaban en la cama, bajaron con los cuchillos, y
el diablo les dio una cuchillada a cada pellejo. Y salió el chorro de vino, y
él creyó que era sangre. Al ver que era vino, que no era sangre, se enfadó
mucho y dijo que iba a seguirlos. Cogió el caballo del Aire y fue en busca de
ellos. Pero viendo la
Blancaflor que ya los iba a alcanzar, dijo al joven:
-Yo me vuelvo huerta y tú hortelano. Y
llegó el demonio.
-¿Ha visto ustez por aquí un hombre y
una mujer? Dice:
-Sí, señor, ya hace rato que pasaron
por aquí.
Y al marcharse él, siguieron su camino
Blancaflor y su marido. Mas viendo otra vez que ya los iba a alcanzar, dice:
-Yo me vuelvo ermita y tú ermitaño.
Conque llegó el demonio y le dijo al
ermitaño que si había visto por allí pasar un hombre y una mujer. Y dijo que
sí, pero que ya hacía mucho tiempo que habían pasao. Mas fueron andando otra
vez. Y ya, cuando vieron que otra vez los iba a alcanzar, le dice ella:
-Pues, mira. Tú pásate del otro lao.
Y ella se volvió un camino de
alfileres. Como él estaba del otro lado de allá, ya no pudo, pues, pasar el
demonio, y colorín, colorete...
Almanza,
león. Narrador
V, 9 de mayo, 1936.
Fuente: Aurelio M. Espinosa, hijo
058. Anonimo (Castilla y leon)
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