56. Cuento popular castellano
Una libre se encontró con un erizo, y,
al verle tan feo y torpe, empezó por reírse de él. El erizo se enfadó mucho y
la dijo a la liebre que la desafiaba a lo que quisiera.
-Pues yo te desafío a correr -le dijo
la liebre.
-Acepto la apuesta -contestó el
erizo. Pero no corramos hoy. Tengo que prepararme para la carrera. Vamos a
esperar hasta mañana.
La liebre accedió y después de señalar
el sitio donde habían de correr -un campo entre dos pinares, que mediaba un
quilómetro-, cada uno se marchó para su casa. Al llegar a su casa el erizo
contó a su mujer la apuesta que había hecho.
-Pero, ¿qué has hecho? -le dice la
mujer. ¿Cómo vas a correr más que la liebre?
-Pues, veras -le dijo el erizo. Como
tú y yo somos iguales, mañana muy temprano vendrás conmigo al campo. Yo me
pondré en un pinar y tú en el otro, y cuando veas que la liebre va llegando
junto a ti, sales y gritas: «¡Ya estoy aquí!»
Al otro día se pusieron uno en un
pinar y el otro en el otro. Y al poco rato llegó la liebre:
-Buenos días, amigo erizo. ¿Estamos
ya?
-Cuando quieras -contestó el erizo.
¡A la una! ¡A las dos! ¡A las tres!
La liebre echó a correr sin mirar
atrás. Y cuando llegó al otro pinar, salió la mujer del erizo y gritó:
-¡Ya estoy aquí!
La liebre dio la vuelta aún más de
prisa; pero al llegar al pinar de donde habían partido, vio que ya estaba allí
el erizo, que la decía:
-¡Ya estoy aquí!
Así echó la liebre lo menos veinte
carreras hasta que se reventó a correr. Y el erizo tan descansadito venció a
la liebre.
Por eso me dijo mi abuelo que
porfiara; pero que no apostara.
Nava
de la Asunción ,
Segovia. Narrador
XXIII, 8 de abril, 1936.
Fuente: Aurelio M. Espinosa, hijo
058. Anonimo (Castilla y leon)
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