8. Cuento popular castellano
Una mariquita y una zorra se pusieron
de acuerdo para sembrar una tierra de trigo a medias. La mariquita labró la
tierra, puso la simiente y la sembró. Después pasó recado a la zorra para que lo
rejacara y escardara. Y la zorra la contestó que tenía otros quehaceres y que
lo fuera ella haciendo poco a poco.
Así llegó el día de tenerlo que segar,
y la mariquita también avisó a la zorra para que la ayudara. Y ésta la contestó
que no podía ayudarla y que ya que había hecho los demás trabajos, que hiciera
lo que faltaba y que ya se entenderían en la partición. Así que la mariquita
labró la tierra, puso la simiente, lo rejacó, lo escardó, lo segó, lo acarreó,
lo trilló y lo limpió.
Después la mariquita avisó a la zorra
para hacer las partes. Y la mariquita la dijo a la zorra que como ella había
puesto todo, que la correspondería la mayor parte; a lo que contestó la zorra
que tenía razón, y por eso la dejaba el montón más grande, o sea, la paja; y para
ella que se conformaba con el montón más pequeño, o sea, el grano; y que si no
aceptaba, que la tendría peor cuenta. Y por eso la mariquita se enfadó mucho y
la dijo a la zorra que se quedara con todo; pero que ya no volverían a ser
amigas.
Se marchó la mariquita llorando y se
encontró con un galgo, y éste la preguntó que por qué lloraba. La mariquita le
contó todo que la había pasado con la zorra, y entonces el galgo le dijo que si
le llenaba la tripa de comer, de beber y de reír, que él se encargaría de la
zorra y la mataría, y así sería todo para ella, porque lo había trabajado.
La mariquita aceptó, y el galgo la
dijo que tenían que hacer un hoyo en la paja y esconderle a él allí; que le
tapara bien, dejándole un ojo fuera, y que la dijera a la zorra que ya se
conformaba con la paja y que ella se quedara con el grano.
Entonces la zorra, por sospecha que
por la noche habría pasado grano a la paja, dijo que había que mirar el
pajero. Se pusieron a mirarlo, y entonces la zorra se encontró con el ojo del
galgo, y creyendo que era una uva, dijo:
-¡Mira, aquí hay una uva!
Y entonces dijo el galgo:
-¡Déjala, que no está madura!
Se levantó el galgo, y a las dos
zancadas pilló a la zorra y a mordiscos la mató.
La mariquita se puso muy contenta y se
dispuso a cumplir lo que al galgo le había ofrecido. Se salieron al camino y
vieron que venía un rapaciño con un barreño de sopas a la cabeza. Y la mariquita
se puso delante de él, saltando como si no pudiera volar, y el rapaciño, para
correr mejor tras de la mariquita, dejó el barreño en el suelo. Salió el galgo,
que estaba escondido, y se comió todas las sopas y llenó bien la tripa.
Al poco rato vino por allí un arriero
con un borrico cargado con dos pellejos de vino. Hizo la mariquita como que
estaba coja, y el arriero, al verla, se bajó del burro. Mientras que el arriero
se bajaba del burro, y sin que él lo viera, la mariquita le picó en un pellejo,
y empezó a salirse el vino. El arriero no se fijó por ir a coger la mariquita,
y cuando ésta comprendió que el galgo había llenado la tripa de vino, levantó
el vuelo. Y el arriero se vengó con el burro, dándole una gran paliza.
Desde allí se fueron al pueblo para
llenar la tripa de reír. Se asomaron a un portal donde estaba trabajando un
zapatero. Y su mujer le estaba ayudando. Dio un vuelo la mariquita y se puso
encima de la cabeza de la zapatera. Y entonces el zapatero cogió una horma y se
la tiró a la mariquita. Pero bajó un poco la puntería y rompió la cabeza a su
mujer. Y el galgo se puso a reír hasta que llenó la tripa. Y quedó pagado, y la
mariquita se quedó con el trigo y con la paja.
Nava
de la Asunción ,
Segovia. Narrador
XXIII, 8 de abril, 1936.
Fuente: Aurelio M. Espinosa, hijo
058. Anonimo (Castilla y leon)
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