Alguien dijo: "Los cuentos nos ayudan a enfrentarnos al mundo"

Era se una vez...

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domingo, 1 de julio de 2012

Las tres bolitas de oro .203

203. Cuento popular castellano

La Virgen estaba lavando, y el niño estaba llorando. En esto que pasa un pastorcito, y le dice la Virgen:
-Pastorcito, ¿me quieres dar un poquito pan para este niño entretener, que no quiere callar?
-¡No, señora, no! ¡Que lo vaya a ganar su padre con la punta el azadón, como mi padre va!
Ya pasa otro pastorcito, y le dice la Virgen:
-Pastorcito, ¿me quieres dar un poquito pan para este niño entretener, que no quiere callar?
-¡No, señora, no! ¡Que lo vaya a ganar su padre con la punta el azadón, como mi padre va!
Ya pasa otro, muy pequeñito, y le dice la Virgen:
-Pastorcito, ¿me quieres dar un poquito pan para este niño entretener, que no quiere callar?
-¡Sí, señora, sí! ¿De cuál quiere, de lo blando o de lo duro?
-Hijo, de lo que tú quieras.
Y la dio de los dos, de lo blando y de lo duro. Le dice la Virgen:
-Vete a casa de San Pedro, una casa muy blanquita, llamas y dices que te ha mandado la Virgen, que te den las tres bolitas de oro.
Fue andando, fue andando. Llamó en una casa muy negra: ¡Tras, tras!
-¿Vive aquí San Pedro?
-¡Si bajo, te doy un paletazo!
Corriendo, corriendo, el niño se marchó a otra casa. Llamó: ¡Tras, tras!
-¿Vive aquí San Pedro?
-¡Si bajo, te doy un tenazazo!
El niño echó a correr a otra casa. Llamó en otra casa, muy blanquita: ¡Tras, tras!
-¿Vive aquí San Pedro?
-Sí, hijo, sí. Sube. ¿Quién te ha mandado venir?
-La Virgen, que me dé las tres bolitas de oro.
Le mandó subir y le sacó a comer al corredor. Le puso muy bien de comer. Allí comía chuletas, pollos, cordero, pasteles, rosquillas, manzanas y uvas. Sus hermanos, desde la calle, le esta­ban viendo. Le decía el uno al otro:
-Mira nuestro hermano comiendo chuletas.
El otro decía:
-¿Sí? Pues, ahora come rosquillas. Cuando baje, le cogemos y le matamos.
Ya terminó de comer, y San Pedro le dio las tres bolitas de oro. Y bajaba por las escaleras cantando:
-Las tres bolitas de oro, que San Pedro me las dio. Para mi papá y mi mamá; para mis hermanos, no.
Los hermanos, desde la calle, le oían cantar. Cuando bajó, le dijeron:
-Ven con nosotros por el monte para que nos ayudes a cerrar el ganado.
En esto que le cogieron, e hicieron una fosa y le enterraron vivo. Y cantaba el niño:
-Las tres bolitas de oro, que San Pedro me las dio. Para mi papá y mi mamá; para mis hermanos, no.
Pasaba un aceiterito con una perrita. Y la perrita se acercó donde cantaba el niño. Escarbaba con sus patitas. El aceiterito se acercó y oyó que decía el niño:
-Aceiterito, tócame bien,
que mi hermano mayor me mató por las tres bolitas de oro, que San Pedro me las dio; para mi papá y mi mamá, para mis hermanos, no.
En esto que cavó el aceiterito y la perrita, y le sacaron vivo. Se le llevaron a sus padres, le quisieron mucho, mucho, y a los otros, por no haber dado pan al niño de la Virgen, los echaron de casa por esos mundos alante.

Covarrubias, Burgos. Narrador LXXXI, 6 de junio, 1936.

Fuente: Aurelio M. Espinosa, hijo                                                            

058. Anonimo (Castilla y leon)


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