Una campesina buscaba un
pastor para su rebaño. Caminó un buen trecho hasta que se encontró con un oso.
-¿Adónde vas, mujer? -le
preguntó el oso.
-¿Que adónde voy, oso? Te
diré que estoy buscando un pastor para mi rebaño.
-¿Un pastor, dices?
-exclamó el oso. ¡Aquí lo tienes!
-Bien, ¿por qué no?
-respondió la buena campesina. Lo importante es que sepas llamar con una voz
agradable al rebaño.
-¡Claro que puedo!
-exclamó el oso orgulloso y gruñó:
-¡Bruum, bruum, bruum!
-Oh, no -dijo la mujer
cuando lo oyó, no me gusta.
Y siguió andando hasta
que se encontró con un lobo.
-¿Adónde vas, mujer? -le
preguntó el lobo.
-¿Que adónde voy, lobo?
Te diré que estoy buscando un pastor para mi rebaño -respondió la campesina.
-¿Un pastor, dices?
-exclamó el lobo. ¡Aquí lo tienes!
-Bien, ¿por qué no?
-respondió la buena campesina. Lo importante es que sepas llamar con una voz
agradable al rebaño.
-Claro que puedo -exclamó
el lobo orgulloso y aulló:
-¡Uuuu! ¡Uuuu! ¡Uuuu!
-¡Oh, no! -dijo la mujer
al oírlo. Francamente tu voz no me gusta.
Y siguió su viaje.
Finalmente se encontró
con una zorra.
-¿Adónde vas, buena
mujer? -preguntó cortésmente la zorra.
-¿Que adónde voy, zorra?
Te diré que estoy buscando un pastor para mi rebaño -respondió la mujer.
-¿Un pastor, dices?
-exclamó la zorra. ¡Aquí lo tienes!
-¿Por qué no? -respondió
la buena mujer. Lo importante es que sepas llamar con una voz agradable al
rebaño.
-Escucha y juzga por ti
misma -dijo modestamente la zorra y gritó:
-¡Hey, hey, hey!
-Sí, sí -dijo la mujer al
oírla, así está muy bien.
Y tomó a la zorra como
pastora para su rebaño.
La zorra llevó el rebaño
a pastar. El primer día se comió todas las cabras; el segundo día todas las
ovejas; y el tercero todas las vacas. Cuando por la noche volvió sola a casa,
la campesina le preguntó dónde había dejado al rebaño.
-Con la cabeza en el río
y la cola en el prado -replicó la zorra.
La campesina estaba
preparando mantequilla en la mantequera. Cuando escuchó la extraña respuesta
de la zorra, le pudo la curiosi-dad y quiso salir a comprobar lo que le decía.
Dejó la mantequera donde estaba y se fue.
Era justamente lo que la
zorra esperaba. Metió el hocico en la mantequera y se comió la mantequilla.
Después puso pies en polvo-rosa.
Pero en aquel momento
regresaba la campesina. Cuando vio lo que había hecho la zorra, cogió un puñado
de la poca mantequilla que quedaba y se lo echó encima. Pero erró el blanco y
sólo pudo alcanzar la cola. Por ello, desde entonces, la zorra tiene una
pequeña mancha blanca en la punta de la cola.
122. anonimo (noruega)
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