Un día, Micho le dijo a Micha:
-Ven, querida, vamos al desván. Conozco un
sitio donde hay muchas avellanas, ya verás qué buenas son.
-Vamos, Micho -dijo Micha, me las comeré de
muy buena gana.
Fueron al desván, encontraron el sitio de las
avellanas y Micho dijo:
-Pero presta atención, querida, no comas las
avellanas con cáscaras porque podrías ahogarte.
-Claro que no las comeré con cáscara
-respondió Micha pero, un momento después, se había tragado una avellana con
toda la cáscara y comenzó a sentirse muy mal.
Micho comprendió que su querida Micha se
moriría sin remedio si no le ponía un poco de tocino en la garganta para poder
sacar la avellana.
Corrió hacia el armario, donde sabía que
estaba la olla con el tocino. Pero el armario estaba cerrado.
-Armario, querido armario, ábrete, déjame
coger un poco de tocino. Debo engrasar la garganta de Micha; si no, la avellana
la asfixiará.
-Ve a hablar con el herrero y pídele que te
haga una llave -respondió el armario.
Micho fue a ver al herrero.
-Herrero, querido herrero, hazme enseguida una
llave. Así podré abrir el armario y coger el tocino. Debo engrasar la garganta
de Micha; si no, la avellana la asfixiará.
-Ve primero a la tienda y pídele al tendero un
trozo de queso para mí -respondió el herrero.
Micho fue a la tienda:
-Tendero, querido tendero, dame un trozo de
queso para el herrero. Así él me hará la llave, podré abrir el armario y coger
el tocino. Debo engrasar la garganta de Micha; si no, la avellana la asfixiará.
Pero el tendero lo echó diciéndole:
-Antes ve a la vaquería y trae un poco de
leche.
Micho fue a la vaquería y habló con las vacas:
-Vacas, queridas vacas, dadme un poco de leche
para el tendero. Así él me dará el queso para el herrero, el herrero me hará la
llave para el armario y podré coger el tocino. Debo engrasar la garganta de
Micha; si no, la avellana la asfixiará. Pero las vacas lo despidieron diciendo:
-Ve al prado y dile que te dé mucha hierba.
Micho fue al prado.
-Prado, adorable prado, dame mucha hierba para
las vacas. Así ellas me darán un poco de leche para el tendero, el tendero me
dará el queso para el herrero, el herrero me hará la llave para el armario y
podré coger el tocino. Debo engrasar la garganta de Micha; si no, la avellana
la asfixiará.
Pero el prado respondió:
-Ruégale al cielo que me mande lluvia.
Micho le rogó al cielo:
-Cielo, bonito cielo, mándale lluvia al prado.
Así el prado me dará mucha hierba para las vacas, las vacas me darán un poco de
leche para el tendero, el tendero me dará el queso para el herrero, el herrero
me hará la llave para el armario y podré coger el tocino. Debo engrasar la
garganta de Micha; si no, la avellana la asfixiará.
El cielo se compadeció de Micho y de Micha y
le mandó lluvia al prado, el prado dio hierba para las vacas, las vacas dieron
leche para el tendero, el tendero dio queso para el herrero, el herrero hizo la
llave para el armario y el armario se abrió. Micho cogió un trozo de tocino y
fue a engrasar la garganta de su Micha para que la avellana no la asfixiase.
Pero la pobre Micha yacía ya en el suelo patas arriba y con la cola rígida,
porque estaba muerta.
Micho la lloró mucho y decidió vengarse.
De un día para el otro dejó de atrapar
ratones. Y como Micho ya no los atrapaba, los ratones royeron todos los
armarios. Y como los armarios estaban todos roídos, ya no hacían falta llaves
ni cerraduras, y los herreros se murieron de hambre. Y como estaban muertos de
hambre, los herreros ya no podían comprar queso, y los tenderos tuvieron que
cerrar sus tiendas. Y como los tenderos habían cerrado sus tiendas, vendieron
todas las vacas al matarife. Y como se habían vendido todas las vacas al
matarife, en los prados creció toda clase de hierbajos, cardos y malezas.
Así, el fiel Micho vengó a su amada Micha.
120. anonimo (francia-corcega)
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