Había una vez un buen
hombre que tenía siete piojos en la cabeza. Los bichitos vivían allí, en paz y
armonía. Cuando el buen hombre dormía, los piojos lo dejaban tranquilo y,
cuando estaba despierto, lo incordiaban a más no poder. El buen hombre, por
miedo a hacerles daño a sus piojos, no se rascaba nunca.
Un día fue a visitar a
los siete bichitos el piojo de un perro.
-¿Cómo va la vida?
-Ah, nosotros estamos muy
bien. Vivimos con un buen hombre. Cuando duerme no lo molestamos; cuando está
despierto hacemos lo que se nos antoja y él ni siquiera se rasca, porque tiene
miedo de hacernos daño.
-Si no os parece mal, me
quedaré a vivir con vosotros. Y así los ocho piojos vivieron juntos.
Una noche, mientras el
buen hombre dormía, el piojo del perro dijo:
-Tengo sed. Quiero picar
a este buen hombre y beber un poco de su sangre.
-No lo hagas -le
recomendaron los otros. El buen hombre se despertará y nos aplastará a todos.
Espérate hasta mañana por la mañana.
Pero el piojo del perro
no obedeció y picó al buen hombre. Él se despertó y montó en cólera:
-Piojos ingratos, ¿no os
basta con que os deje picarme de día y ahora también me despertáis por la
noche?
Dicho esto, se rascó la
cabeza, encontró a sus siete piojos y los mató. Y el piojo del perro, con el
que no contaba en absoluto, pudo escabullirse.
087. anonimo (tibet)
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