Hace mucho, mucho tiempo, cuando los animales
aún sabían hablar y las piedras sabían caminar, vivía en una caverna un hada
muy bella y poderosa, experta en toda clase de hechizos, que ayudaba con mucho
amor a los pobres y a los desdichados. Pero abandonaba por poco tiempo su
gruta, porque sabía que, de no volver antes de cumplidas tres jornadas, su
poder desaparecería.
Una mañana, la hermosa hada decidió salir a
recorrer los alrededores. Salió de su gruta, caminó por el campo y llegó a la
cumbre de una colina, donde se encontró con un pastor que acompañaba a su
rebaño. El pastor tenía tal encanto y tocaba tan bien la flauta que el hada no
se cansaba de admirarlo. Cuando terminó de tocar, el hada le preguntó:
-Pastor, ¿eres feliz?
-Sí que lo soy, hermosa dama.
-¿Y no te falta realmente nada?
-Nada, hermosa dama.
-¿De verdad que no te falta nada de nada?
-Bien, a decir verdad, algo me falta.
-¿Y qué es?
-Me falta una mujer, pero ¿quién queréis que
dé su hija como esposa a un pobretón como yo?
-¿Te gustaría convertirte en mi marido?
-¡Claro que me gustaría! Desde que tengo uso
de razón, jamás he visto a una mujer tan hermosa.
Entonces el hada se quitó un anillo de oro del
dedo y dijo:
-Éste es mi anillo. Póntelo y seremos de ahora
en adelante el uno para el otro.
En cuanto el pastor se puso en el dedo el
anillo de oro del hada, sus pobres harapos se transformaron en un espléndido
atuendo de príncipe y, en lugar de sus ovejitas, apareció frente a él una carroza
tirada por seis caballos alados.
-Sube a la carroza, que nos vamos a mi palacio
-le dijo el hada al pastor. Está a unos doscientos kilómetros de aquí.
Pero el pastor, en vez de subir a la carroza,
le dijo al hada:
-Déjame antes un par de días. Quiero ir a
saludar por última vez a mi madre.
-De acuerdo, pero debes volver dentro de tres
días. Los caballos te llevarán por sí solos a mi palacio.
Después, el hada besó al pastor y desapareció.
El pastor se dirigió a su casa con aquel
espléndido coche tirado por caballos alados. En el camino, se encontró con la
reina, que viajaba con su séquito. Al ver al pastor vestido de príncipe, se
enamoró de él a primera vista y le dijo:
-Hermoso príncipe, mi marido, que era el rey
de estas tierras, ha muerto. ¿Quieres casarte conmigo y convertirte en su
sucesor?
El pastor pensó. La reina no era tan bella
como el hada, pero le ofrecía un trono de rey.
-Muy bien, hermosa reina, me convertiré en tu
marido y en sucesor del rey.
Pero en cuanto dijo estas palabras, su atuendo
de príncipe se transformó de nuevo en una capa andrajosa, desaparecieron los
caballos alados y la carroza y, en su lugar, reapareció el rebaño de ovejas.
La reina no daba crédito a sus ojos.
-¿Quién es este pordiosero? -preguntó a su
séquito señalando al pastor.
-Es tu nuevo esposo, reina.
-¿Mi esposo? Dadle cien azotes y apartadlo de
mi vista.
Los guardias atraparon al pastor, le dieron
cien azotes y lo arrojaron a un campo. Cuando la altanera reina hubo partido,
el pastor infiel volvió a la carretera para reunirse con sus ovejas, pero ya no
las encontró. Las buscó por todas partes, pero sólo le quedaba su flauta. Por
ello, se dedicó a ir de casa en casa tocando la flauta a cambio de un mendrugo
de pan que le daba la buena gente. Conservaba la ilusión de encontrara la
hermosa hada, pero no volvió a verla nunca más.
120. anonimo (francia-corcega)
Que paso con el hada?
ResponderEliminarA donde se fue???
Y como es que iba a un palacio si vivia en una caverna???
Cual es la moraleja de esta historia???
Que paso con el hada?
ResponderEliminarA donde se fue???
Y como es que iba a un palacio si vivia en una caverna???
Cual es la moraleja de esta historia???