Una tarde de invierno,
estaban sentados tres huérfanos al amor de la lumbre. Eran dos niños y una
niña. Mientras conversaban, oyeron llamar a la puerta. La niña fue a abrir.
Era una vieja que pedía el favor de pasar la noche allí. Los chicos tenían
buen corazón, la recibieron con amabilidad, la trataron bien y le prepararon
una buena cama en su habitación.
A la mañana siguiente, la
vieja se levantó temprano y fue al jardincito que había detrás de la casa.
Después de haberlo recorrido de un lado al otro, volvió al interior de la casa
y dijo:
-Vuestro jardín es muy
bonito, pero sería mucho mejor si tuviese agua dorada, un pájaro parlero y un
árbol cantor.
-¿Y dónde los podríamos
encontrar? -preguntaron los chicos.
-Caminad siempre en la
misma dirección y os encontraréis con un hombre que os lo explicará todo.
La vieja se fue. El
hermano magor anduvo de aquí para allá pensando todo el día y, al llegar la
noche, dijo:
-Hermano, hermana, quiero
ir a buscar el agua dorada, el pájaro parlero y el árbol cantor. Si no fuese,
me moriría de nostalgia. Si la vieja ha dicho la verdad, nuestro jardín será
el más hermoso del mundo. Adiós, pensad en mí y tú, hermanita, cóseme todas
las noches una camisa. Si te pinchas y sale sangre, querrá decir que algo malo
me ha sucedido.
A la mañana siguiente, el
joven partió. Caminando llegó al pie de una montaña muy alta, donde encontró a
un desconocido.
El joven lo saludó y le
dijo:
-¿Podría decirme, buen
hombre, dónde puedo encontrar el agua dorada, el pájaro parlero y el árbol
cantor?
-Hijo mío -respondió el
hombre, debes subir a la cima de esta montaña. Pero presta atención: durante el
ascenso, se burlarán de ti, te ofenderán y hasta es posible que te golpeen.
Debes hacer como si no pasase nada y seguir adelante sin mirar atrás. Si lo
haces, aunque sólo sea una vez, te volverás de piedra. Ve, y que la suerte te
acompañe.
El joven retomó su camino
y comenzó a subir por el áspero sendero. Había dado unos pocos pasos cuando, de
todos lados, comenzaron a lloverle burlas, insultos y palabrotas. Hizo como si
nada pasase, y alguien se aferró a su chaqueta y tiró de ella una y otra vez.
El muchacho siguió subiendo, como si nada. Pero no fue muy lejos. De repente
alguien le dio un golpe en la espalda con el puño y el joven no pudo
contenerse. Se volvió para devolver el golpe y quedó en el acto convertido en
piedra.
En aquel momento, en su
casa, la hermana le estaba cosiendo una camisa. Se pinchó con la aguja y cayó
una gota de sangre sobre la tela blanca. Exclamó:
-Pobres de nosotros, a
nuestro hermano le ha ocurrido algo malo.
Entonces el segundo
hermano dijo:
-No te preocupes,
hermanita, saldré a buscarlo. Tal vez lo encuen-tre sano y salvo.
Así pues, el segundo
hermano salió también a buscar el agua dorada, el pájaro parlero y el árbol
cantor. Después de mucho caminar, llegó al pie de la montaña y se encontró con
el desconocido. Escuchadas las instrucciones, comenzó a subir por la montaña,
pero también él tuvo poca suerte. Cuando empezó a recibir golpes se volvió, tal
como había hecho su hermano, y quedó convertido inmediatamente en piedra.
En aquel momento, su
hermanita estaba en casa cosiéndole una camisa. De repente se pinchó con la
aguja y, por segunda vez, cayó una gota de sangre en la tela blanca.
-Pobre de mí -exclamó,
también le ha sucedido algo malo a mi otro hermano.
Entonces también ella
emprendió el viaje en busca del agua dorada, el pájaro parlero y el árbol
cantor. Cuando llegó al pie de la montaña, encontró al desconocido, lo saludó
amablemente y le preguntó:
-Buen hombre, ¿ha visto
pasar por aquí, por casualidad, a dos jóvenes?
-Los he visto, niña, los
he visto. Pasaron por aquí buscando el agua dorada, el pájaro parlero y el
árbol cantor. Pero aún no han regresado, tal vez volvieron la vista atrás y se
convirtieron en piedra.
La niña se echó a llorar
y preguntó con lágrimas en los ojos:
-¿No puedo hacer nada
para salvarlos?
-Claro que puedes
-respondió el hombre. Deberás subir hasta la cima de la montaña sin mirar
atrás, suceda lo que sucediere. En la cima de la montaña encontrarás las tres
cosas encantadas de las que os habló la vieja. Cuando vuelvas, coge todas las
piedras que encuentres por el camino y hazlas rodar montaña abajo. Se transformarán
en personas y, entre ellas, estarán tus hermanos.
La niña escuchó todo con
mucha atención e inició valerosamente el ascenso de la montaña. Y arriba, cada
vez más arriba, sin hacer caso a nada.
También ella oyó burlas e
insultos; también ella sintió los golpes, pero no volvió nunca la vista atrás.
Finalmente llegó a la
cumbre de la montaña y descubrió, en una fuente de mármol, el agua dorada.
Cuando se inclinaba para mirarla, un maravilloso pájaro voló hasta su hombro y
la saludó llamándola por su nombre. Junto a la fuente crecía un árbol cuyas
ramas se reflejaban en el agua dorada, que comenzó a cantar una canción muy
dulce.
Cogió los tres dones
encantados e inició el descenso. Por el camino, cogía todas las piedras que
encontraba y las hacía rodar montaña abajo. En cuanto llegaban al valle, las
piedras se transformaban en hombres y mujeres que se daban prisa en volver a
su casa.
Y entre ellos estaban
también sus hermanos. Les contó lo que había ocurrido y volvieron los tres
juntos y jubilosos a casa. Llevaron al jardín el agua dorada, el pájaro parlero
y el árbol cantor. Así fue como lograron tener el jardín más hermoso del mundo.
112. anonimo (italia)
No hay comentarios:
Publicar un comentario