Alguien dijo: "Los cuentos nos ayudan a enfrentarnos al mundo"

Era se una vez...

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viernes, 3 de agosto de 2012

Los seis sabios vecinos


En una aldea vivían, hace tiempo, seis sabios vecinos, que lo sa­bían todo, lo comprendían todo y lo habían visto todo menos una cosa: el mar. Un buen día decidieron ir a ver cómo era. Sa­lieron por la mañana temprano y, después de mucho caminar, llegaron final-mente frente a un gran prado, y en este prado cre­cía el lino, y el lino estaba en flor.
Cuando los seis sabios vieron este gran campo azul que on­deaba frente a ellos, exclamaron felices:
-¡El mar, el mar!
Así pues, se quitaron la ropa y se zambulleron en el lino para nadar.
Pasado un rato, llegaron junto a un pozo bastante profundo.
-Dios mío, qué hondo es -dijo uno de los sabios.
-Esperemos que ninguno de nosotros se caiga allí dentro -afirmó otro.
-¿Y si alguno de nosotros ya se hubiese caído? -preguntó un tercero.
-Comprobémoslo ya -añadió el cuarto. Yo haré la cuenta. Uno, dos, tres, cuatro, cinco... -contó de prisa, pero se había ol­vidado de contarse a sí mismo.
-¡Cinco! Vaya, falta uno.
-Espera un momento -observó el quinto-, contaré de nuevo. Y así, señalando a los demás con el dedo: 
-¡Uno, dos, tres, cuatro, cinco! -se olvidó también él de contarse a sí mismo.
-¡Dios mío! ¡Uno de nosotros debe de haberse caído en el pozo!
-¡Digámosle algo enseguida! -sugirió el sexto y se inclinó sobre el pretil del pozo.
-Eh, respóndenos: ¿te has caído allí abajo?
-¡Caído allí abajo! -hizo eco el pozo.
-¡Oídlo! -dijo el sexto. Debemos salvarlo.
Y enseguida colocaron una gruesa garrota sobre la boca del pozo. El más fuerte se aferró a la garrota, el segundo al primero, el tercero al segundo, el cuarto al tercero y así sucesivamente, hasta que el último llegó casi a tocar el fondo. Pero el primero, que estaba sujeto al bastón, ya sin fuerzas para resistir el peso, gritó:
-¡Eh, amigos! ¿Ya lo habéis visto? Actuad deprisa que me duelen las manos.
-No consigo verlo -dijo el que estaba más cerca del fondo.
-Vale, sosteneos bien -dijo el primero. Necesito echarme un poco de saliva en las manos.
Y, dicho esto, dejó la garrota para echarse saliva en las ma­nos. Pero, naturalmente, cayeron todos al fondo del pozo.
Y se habrían muerto si no hubiese sido porque el pozo tenía el fondo blando. Así que no se hicieron daño y siguieron vivos para podernos contar qué bueno es bañarse en el mar.

Fuente: Gianni Rodari

120. anonimo (francia)

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