Alguien dijo: "Los cuentos nos ayudan a enfrentarnos al mundo"

Era se una vez...

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viernes, 3 de agosto de 2012

La alubia que subió al cielo

Había una vez una mujer que tenía un hijo de nombre Janos. Eran personas humildes y sus únicos bienes eran una casucha y una vaca. Un día en que ga no les quedaba nada de comer, la madre le rogó a su hijo:
-Janos, ve al mercado a vender la vaca de otro modo, nos moriremos de hambre.
Janos se fue con la vaca al mercado. Y allí se la vendió a un viejo por muy poco, casi por nada. ¿Sabéis por cuánto? Por una alubia.
-Hijo mío, hijo mío, ¿qué has hecho? -chillaba la anciana. ¿Para qué puede servirnos una alubia? Ahora sí que nos morire­mos de hambre.
-No temas, madre -dijo Janos. Ese viejo me ha dicho que plantemos la alubia bajo la ventana y que estemos atentos a lo que ocurre.
Janos plantó la alubia bajo la ventana y se fue a dormir. A la mañana siguiente se despertó y no podía dar crédito a sus ojos. La alubia había crecido mucho, había llegado al cielo.
-Muy bien -dijo Janos-, quiero subir a ver hasta dónde llega.
Janos trepó, trepó durante todo el día y, hacia la noche, se encontró en el cielo. En el cielo había una cabaña, en la cabaña una salita, en la solita una mesa, una silla y una cama.
«Ya es de noche -pensó Janos, me quedaré a dormir aquí».
En ese momento se oyó fuera un estruendo terrible. Janos se deslizó debajo de la cama y a duras penas le dio tiempo a escon­derse. Entró en la cabaña un dragón espantoso que se sentó en la silla, sacó de su bolsillo una gallina de oro y ordenó:
-¡Ponme un huevo!
La gallina cacareó y puso enseguida un huevo de oro. El dra­gón se lo bebió y ordenó por segunda vez:
-¡Ponme un huevo!
La gallina puso un segundo huevo de oro, luego un tercero, y el dragón los bebió, uno tras otro. Después se sentó en la cama, cogió un pequeño violín que colgaba de la pared y comenzó a to­car. Tocó, siguió tocando, hasta que se durmió. Y también la ga­llina dormía.
Pero Janos vigilaba. Salió de debajo de la cama escurriéndo­se, cogió a la gallina y el violín, traspuso el umbral de la cabaña y bajó precipitadamente por el tallo de su alubia. Casi había lle­gado abajo cuando ogó detrás la respiración del dragón, que lo perseguía.
Janos saltó a tierra, cogió un hacha, cortó la planta de la alubia y la derribó junto con el dragón. Éste, con la fuerza de la caída, se quebró las patas y el hueso del cuello. No tardó en morir. Janos y su madre se lo pasaron en grande con la gallina en su casucha. La gallina ponía los huevos de oro, Janos toca­ba el violín y su madre iba al mercado a vender los huevos. Te­nían de todo en abundancia. Incluso les sobraba para ayudar a sus vecinos.

123. anonimo (hungria)

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