Alguien dijo: "Los cuentos nos ayudan a enfrentarnos al mundo"

Era se una vez...

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viernes, 3 de agosto de 2012

El rey que quería llegar a la luna

Hace muchísimos años vivía un rey que se pasaba todo el tiem­po, día y noche, pensando en cómo podría llegar a la luna. Des­pués de mucho pensar, un buen día tuvo una idea. Decidió ha­cerse construir una torre tan alta que rozase el cielo. Así, desde el extremo de la torre, llegaría a la luna. Mandó llamar de inme­diato a un carpintero y le ordenó que construyese una torre tan alta que llegase hasta el cielo.
-¿Hasta el cielo? -preguntó el carpintero, sorprendido.
-Sí, hasta el cielo -exclamó el rey, ¡y ni una palabra más!
¿Qué podía hacer el pobre carpintero? Cogió sus herra­mientas, llamó a sus obreros, compró la madera y comenzó a to­mar medidas. Este trabajo le llevó varias semanas. El rey era muy pero que muy impaciente. Mandó llamar al carpintero y le gritó:
-Si no me construyes esta torre en tres días, haré que te cor­ten la cabeza.
El pobre carpintero veía ya su cabeza en el cepo. Acudió a todos sus conocidos para pedirles consejo sobre cómo construir una torre tan alta que llegase al cielo. Pero nadie sabía cómo. Pa­saron así dos días. Al tercer día, el carpintero tuvo una idea. Fue a ver al rey y le dijo sin miedo:
-He analizado el asunto por todos lados y ahora he descu­bierto cómo hacerlo. Pero, cuando la torre esté construida, pien­so que lo mejor será que yo mismo la escale, porque será una empresa bastante peligrosa.
-Ni lo sueñes -respondió el rey. Yo mismo la escalaré. ¿A quién se le ocurre que un vulgar carpintero pueda llegar a seme­jantes alturas? Será mejor que tú me digas cómo pretendes cons­truir la torre.
El carpintero le dijo al rey lo que había decidido y el rey or­denó a todos sus súbditos, so pena de graves castigos, que lleva­sen a palacio todas las cajas y cajones que tuviesen. El carpinte­ro y sus obreros comenzaron a poner las cajas, unas encima de las otras, para llegar cada vez más alto. En poco tiempo, se cons­truljó frente al palacio real una torre muy alta que, no obstante, no llegaba al cielo. Y ya no quedaba ni siquiera una caja.
El rey ordenó, entonces, que se cortasen todos los árboles del reino, para transformarlos en tablas y en cajas. Hecho esto, el extremo de la torre llegó a perderse entre las nubes. El rey pensó que había llegado el momento de escalar la torre y co­menzó a subir, a subir, a subir hasta que llegó a la parte supe­rior. Pero aún no podía tocar la luna.
-¡Sólo falta otra caja! -gritó el rey.
Pero en todo el reino pa no quedaba una sola caja, ni un ca­jon-cito, ni siquiera un trozo de madera.
El rey estaba muy irritado por verse tan cerca de la luna y no poder tocarla. Ordenó entonces a los carpinteros que quitasen una caja de la base en la que se apoyaban las demás. Los carpinteros se miraron unos a otros dubitativos, pero ¿qué podían hacer? ¡Había que obedecer las órdenes del rey! Cuando el rey gritó de nuevo que hiciesen lo que había orde­nado, los obreros ya no vacilaron y quitaron una caja de la base de la torre.
Os podéis imaginar lo que ocurrió: la torre se derrumbó, el reg cayó desde el extremo de la torre p quedó deshecho.
Y desde aquel día, ningún rey volvió a intentar construir una torre para llegar a la luna.

Fuente: Gianni Rodari

084. anonimo (persia)

1 comentario:

  1. Hace muchísimos años vivía un rey que se pasaba todo el tiem­po, día y noche, pensando en cómo podría llegar a la luna. Des­pués de mucho pensar, un buen día tuvo una idea. Decidió ha­cerse construir una torre tan alta que rozase el cielo. Así, desde el extremo de la torre, llegaría a la luna. Mandó llamar de inme­diato a un carpintero y le ordenó que construyese una torre tan alta que llegase hasta el cielo.
    -¿Hasta el cielo? -preguntó el carpintero, sorprendido.
    -Sí, hasta el cielo -exclamó el rey, ¡y ni una palabra más!
    ¿Qué podía hacer el pobre carpintero? Cogió sus herra­mientas, llamó a sus obreros, compró la madera y comenzó a to­mar medidas. Este trabajo le llevó varias semanas. El rey era muy pero que muy impaciente. Mandó llamar al carpintero y le gritó:
    -Si no me construyes esta torre en tres días, haré que te cor­ten la cabeza.
    El pobre carpintero veía ya su cabeza en el cepo. Acudió a todos sus conocidos para pedirles consejo sobre cómo construir una torre tan alta que llegase al cielo. Pero nadie sabía cómo. Pa­saron así dos días. Al tercer día, el carpintero tuvo una idea. Fue a ver al rey y le dijo sin miedo:
    -He analizado el asunto por todos lados y ahora he descu­bierto cómo hacerlo. Pero, cuando la torre esté construida, pien­so que lo mejor será que yo mismo la escale, porque será una empresa bastante peligrosa.
    -Ni lo sueñes -respondió el rey. Yo mismo la escalaré. ¿A quién se le ocurre que un vulgar carpintero pueda llegar a seme­jantes alturas? Será mejor que tú me digas cómo pretendes cons­truir la torre.
    El carpintero le dijo al rey lo que había decidido y el rey or­denó a todos sus súbditos, so pena de graves castigos, que lleva­sen a palacio todas las cajas y cajones que tuviesen. El carpinte­ro y sus obreros comenzaron a poner las cajas, unas encima de las otras, para llegar cada vez más alto. En poco tiempo, se cons­truljó frente al palacio real una torre muy alta que, no obstante, no llegaba al cielo. Y ya no quedaba ni siquiera una caja.
    El rey ordenó, entonces, que se cortasen todos los árboles del reino, para transformarlos en tablas y en cajas. Hecho esto, el extremo de la torre llegó a perderse entre las nubes. El rey pensó que había llegado el momento de escalar la torre y co­menzó a subir, a subir, a subir hasta que llegó a la parte supe­rior. Pero aún no podía tocar la luna.
    -¡Sólo falta otra caja! -gritó el rey.
    Pero en todo el reino pa no quedaba una sola caja, ni un ca­jon-cito, ni siquiera un trozo de madera.
    El rey estaba muy irritado por verse tan cerca de la luna y no poder tocarla. Ordenó entonces a los carpinteros que quitasen una caja de la base en la que se apoyaban las demás. Los carpinteros se miraron unos a otros dubitativos, pero ¿qué podían hacer? ¡Había que obedecer las órdenes del rey! Cuando el rey gritó de nuevo que hiciesen lo que había orde­nado, los obreros ya no vacilaron y quitaron una caja de la base de la torre.
    Os podéis imaginar lo que ocurrió: la torre se derrumbó, el reg cayó desde el extremo de la torre p quedó deshecho.
    Y desde aquel día, ningún rey volvió a intentar construir una torre para llegar a la luna.

    Fuente: Gianni Rodari

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