Un hombre salió para arar
su campo y llevó consigo un gato para que atrapase a los ratones. El gato
corrió por el bosque y se encontró con un tigre. El tigre lo observó muy bien,
sacudiendo la cabeza, y concluyó:
-Tengo la impresión de
que somos parientes. Pero ¿por qué tú eres tan pequeño y débil, primo?
-Tú también serías
pequeño y débil como yo si te tocase vivir con el hombre. Él tiene una fuerza
impresionante y no permite que yo crezca y me haga fuerte.
-Debe de tener una fuerza
terrible, sin duda -se asombró el tigre.
-Ven a verlo. Está arando
en aquel campo.
El tigre fue hasta el
campo y le dijo al hombre:
-Me han dicho que tienes
una fuerza extraordinaria y que, por ello, no le permites a mi primo, el gato,
que crezca y se haga fuerte. Dame, por favor, una prueba de tu fuerza.
-Te la daré de muy buena
gana -respondió el hombre, pero la he dejado en casa.
-Entonces ve a buscarla,
te esperaré aquí.
-Claro, pero puede
ocurrir que te canses de esperar mientras yo voy a mi casa. Hagamos lo
siguiente. Te ataré a un árbol, así estaré seguro de volver a encontrarte.
El tigre aceptó. El
hombre lo ató a un árbol, se fue a su casa y volvió con un grueso garrote, con
el cual dio unos golpes al tigre como para dejarlo lisiado, mientras
exclamaba:
-He aquí una prueba de mi
fuerza.
El tigre rugía de dolor y
le suplicaba que se detuviese, porque Ua sabía bastante con esa prueba de la
fuerza de los hombres. Prometía, además, que se internaría en el bosque para
no volver a tener ocasión de encontrarse con ningún otro hombre.
Cuando lo hubo apaleado
bastante, el hombre lo desató. El tigre se alejó cojeando y lamentándose,
mientras se decía para sus adentros: «No me sorprende en absoluto que el gato
se haga quedado tan pequeño y débil. Incluso me parece un milagro que aun siga
vivo».
114. anonimo (georgia)
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