Una vez, un ratón cayó en
una tina de la que no lograba salir. Por más que chillaba lastimosamente, nadie
lo oía. El pobrecito pensaba ya que aquella tina sería su tumba, pero un
elefante llegó a pasar por allí y consiguió sacarlo con su trompa.
-Gracias, elefante. Me
has salvado la vida. Sabré demostrarte mi gratitud.
El elefante se echó a
reír diciendo:
-¿Y cómo lo harás? No
eres más que un ratoncito.
Un tiempo después, unos
cazadores capturaron al elefante y lo amarraron con una cuerda para llevárselo
a la mañana siguiente. Era de noche, el elefante yacía tristemente en el suelo
y, por más que se esforzase, no lograba desprenderse de la cuerda.
De repente, apareció el
ratoncito y comenzó a roer la cuerda. Y roe que te roe, antes de que
amaneciese, el elefante estaba libre.
-¿Has visto, elefante?
-dijo el ratón. He cumplido con mi palabra. Hasta un ratoncito puede a veces
hacer lo que no puede hacer un elefante, por más fuerza que éste tenga.
087. anonimo (tibet)
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