Había una vez un perro u
quien su amo abandonó porque ga era viejo y no servía siquiera para hacer de
guardián. En el bosque, el perro se encontró con un lobo:
-¿Adónde vas, amigo? -le
preguntó el lobo.
-Ay de mí: mi amo me ha
echado de casa porque soy viejo y ahora no tengo nada que comer y me muero de
hambre -respondió el perro.
-Vamos a buscar algo de
comer entonces -dijo el lobo, y los dos siguieron juntos haciendo camino.
Caminaron hasta que se
toparon con un rebaño de ovejas.
-Ve a echar un vistazo,
amigo, y observa quién está pastando allí abajo -dijo el lobo.
-Es un rebaño de ovejas
-respondió el perro.
-¿Ovejas? ¡En mala hora!
-dijo el lobo. Si mordemos a una oveja, se nos llenará la boca de lana y poco
podremos comer. Sigamos adelante.
Y avanzaron hasta
encontrarse con una bandada de gansos. El lobo le dijo al perro:
-Ve a echar un vistazo,
amigo, y observa quién está en el prado.
-Son gansos -respondió el
perro.
-Al diablo con los gansos
-gritó el lobo. Si mordemos a un ganso, la boca se nos llenará de plumas y poco
podremos comer. Sigamos adelante.
Llegaron a un prado donde
había un caballo. El lobo le dijo al perro:
-Ve a echar un vistazo y
observa quién está pastando allí.
-Es un caballo -respondió
el perro después de haber mirado bien.
-Es lo que nos hacía
falta -gritó el lobo y, de repente, comenzó a escarbar la tierra p a arrancar
la hierba para excitarse.
-Mira, amigo, a ver si ya
me tiembla la cola -le dijo al perro.
-Sí, claro, ga tiembla.
-¿Y mis ojos brillan?
-Sí, claro, brillan
mucho.
Entonces el lobo tomó
impulso, se lanzó sobre el potro y lo descuartizó. Así pues, ambos se pusieron
a comer. El lobo era joven y, en pocos minutos, comió hasta saciarse y se fue.
Pero el perro era viejo y sus dientes habían perdido agudeza. Mordió por todas
partes pero pudo comer muy poco. Después llegaron otros perros y lo
ahuyentaron. Se alejaba entonces muy triste cuando se encontró con un gato.
-¿Adónde vas, amigo? -le
preguntó el perro al gato.
-Mi amo me ha echado
porque soy viejo, ya no consigo cazar ratones y ahora tengo hambre -respondió
el gato.
-Ven conmigo, entonces
-dijo el perro.
Se fueron juntos y, un
poco después, se toparon con un rebaño de ovejas.
-Corre un poco a ver quién
está pastando allí -ordenó el perro.
-Son ovejas, las puedo
ver desde aquí -respondió el gato.
-¿Ovejas? ¡En mala hora!
-gruñó el perro. Si mordemos a una oveja, se nos llenará la boca de lana y muy
poco podremos comer. ¡Sigamos adelante!
Y caminaron hasta
encontrarse con una bandada de gansos.
-Ve a ver quiénes están
allí -dijo el perro.
-Pero ¿no ves que son
gansos? -repuso el gato.
-Al diablo con los gansos
-dijo el perro. Si mordemos a un ganso, se nos llenará la boca de plumas y muy
poco podremos comer. Sigamos adelante.
Finalmente vieron un
caballo comiendo hierba en un prado.
-Ve a ver quién está
pastando allí -dijo el perro.
-Es un caballo -respondió
el gato.
-Esto es lo que
necesitamos -ladró el perro y comenzó a escarbar la tierra y arrancar hierbas
para excitarse.
-¿Tiembla ya mi cola? -le
preguntó al gato.
-No, por lo que veo
-respondió el gato.
El perro volvió a
escarbar la tierra y a arrancar hierbas volvió a preguntar:
-¿Tiembla ahora?
-Pues... tal vez un
poquito -respondió el gato.
De nuevo el perro se puso
a escarbar la tierra y a arrancar hierbas.
-¿Y ya brillan mis ojos?
-preguntó el perro.
-A mí me parece que no,
amigo -respondió el gato.
-Pero tú debes decir que
brillan -repuso el perro irritado.
-Vale, entonces brillan.
El perro se abalanzó
sobre el caballo, pero el caballo le dio una coz en la cabeza, y el perro cayó
al suelo y vio las estrellas.
El gato corrió hacia él y
exclamó:
-Ahora sí que brillan tus
ojos, amigo.
Fuente: Gianni Rodari
116. anonimo (ucrania)
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