Alguien dijo: "Los cuentos nos ayudan a enfrentarnos al mundo"

Era se una vez...

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domingo, 5 de agosto de 2012

Matti enseña al oso a tocar el violín

Había una vez un viejo y una vieja que tenían dos hijos. El ma­yor se llamaba Toivo, era un buen muchacho, muy trabajador, pero estaba siempre triste y pensativo. No se reía nunca, no can­taba nunca y fumaba siempre en pipa. Iba a pescar y no decía una palabra, iba a cortar árboles, iba a esquiar, y se mantenía siempre callado.
El hijo menor se llamaba Matti. Él también era un buen mu­chacho, pero de carácter alegre, le gustaba bromear y divertirse. Cada vez que se ponía a trabajar, entonaba una canción y, cuan­do iba al río, reía con todas sus ganas. Cuando tocaba el violín, todos se ponían a bailar.
Un día, Toivo fue al bosque a cortar leña. Se fue con su tri­neo y se detuvo cuando encontró un lugar resguardado. Enton­ces encendió su pipa, eligió un buen pino y se dispuso a comen­zar su trabajo. Los golpes resonaban por todo el bosque y del hacha se desprendían chispas.
No lejos del pino estaba la gruta de un oso, y los golpes lo despertaron.
-¿Quién está hacheando con tanta fuerza que no me deja dormir? -refunfuñó el oso deslizándose fuera de la gruta.
Cuando Toivo lo vio, dejó caer el hacha, montó en el trineo, huyó a través del bosque como un conejo despavorido y llegó a casa sin leña ni hacha.
En casa hacía frío y no había ni un leño para encender el fuego. Entonces Matti se fue al bosque. Guió su trineo hasta un rincón resguardado, bajó y miró a su alrededor. Vio un esplén­dido pino cortado por la mitad y, junto a él, un hacha.
«Éste debe de ser el lugar donde Toivo estaba cortando leña», pensó Matti «Acabaré de cortarlo yo. ¡Pero antes que nada quiero tocar un poco el violín! ».
Cogió el violín y comenzó a tocar. Y de repente resonaron en el bosque alegres notas. El oso, que estaba allí cerca, se des­pertó de nuevo, se puso de pie y comenzó a bailar. Y, después de mucho bailar, le gritó a Matti:
-Jovencito, enséñame a tocar el violín. Así tocaré yo tam­bién y mis oseznos aprenderán a bailar.
-¿Por qué no? Adelante, prueba -rió Matti.
El oso cogió el violín e intentó tocar. Pero, por mucho que rascara, sólo le salían unos sonidos horribles. Matti volvió a co­ger el instru-mento y dijo:
-Tienes los dedos demasiado gruesos, amigo. Es necesario que se vuelvan un poco más delgados.
Cogió el hacha, la hundió en un tronco, metió una cuña en la hendidura y le dijo al oso:
-Ahora mete aquí tus patas y déjalas allí hasta que yo te lo diga.
El oso metió sus patas en la hendidura, Matti sacó la cuña con el hacha y la hendidura se cerró apretando las patas del oso.
-Ay, qué dolor -protestó en voz muy alta el oso.
-No sirve de nada lamentarse -repuso Matti. Si quieres to­car el violín, antes debes sufrir.
-Entonces no quiero tocar el violín -aulló el oso. Déjame libre.
-Muy bien -respondió Matti. Pero deberás dejar de asus­tar a la gente y de hacerla huir por el bosque.
-Sí, sí, pero ahora déjame libre.
Entonces Matti liberó al oso, que se fue como alma que lle­va el diablo, desapareció del bosque y ya no volvieron a verlo por allí.

Fuente: Gianni Rodari

158. anonimo (karelia)

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