El gato estaba echado en
el umbral de la casa y cabeceaba al sol. Pero llegó una manada de monos que
comenzaron a chillar y lo despertaron. Los monos saltaban entre los árboles,
trepaban al tejado, corrían de aquí para allá por el jardín. Al gato tanto barullo
le daba fastidio, así que les dijo a los monos:
-Oídme, haced lo que
queráis, pero no toquéis aquella campana, que pertenece al abuelo.
Y así diciendo les señaló
un árbol, del que colgaba un enorme nido de avispas.
-¿La campana del abuelo?
-dijeron los monos, curiosos. ¿Y qué pasa con ella?
-No es una campana
cualquiera -explicó el gato. El abuelo la hace sonar solamente tres veces al
año, en días de fiesta. Tened cuidado de no tocarla, porque repicará y el
abuelo se pondrá furioso.
-Si se pone furioso -se
rieron los monos, no nos quedaremos aquí para que nos dé una paliza.
-Haced lo que queráis
-conclugó el gato, pero al menos esperad que me suba al desván. No quiero
tener nada que ver con esta historia.
El gato se refugió en el
desván. Los monos cogieron una vara y golpearon el avispero. ¡Pero no hubo din
don dan! Las avispas salieron de su nido y picaron a los monos en la cabeza, en
las patas, en todas partes.
Los monos salieron
corriendo a mata caballo y llegaron a salvarse de las avispas arrojándose al
río. Pero el ardor de las picaduras los atormentó durante varios días.
162. anonimo (indonesia)
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