Alguien dijo: "Los cuentos nos ayudan a enfrentarnos al mundo"

Era se una vez...

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domingo, 5 de agosto de 2012

El cazador que no temía a los lobos


Un cazador, mientras andaba por el bosque, se encontró con un lobo.
-Me alegra verte -dijo el lobo, ahora te comeré.
-¿Por qué? -se asustó el cazador. ¿Qué te he hecho yo para que quieras comerme?
-No me has hecho nada, ni malo ni bueno. Te comeré porque tengo hambre.
El cazador comprendió que no era fácil llegar a un acuerdo con el lobo y se esforzó pensando en cómo librarse rápidamente de él.
-De acuerdo. Si eso es lo que quieres, cómeme. Pero antes deja que me dé un baño en el arroyo. Estoy muy sucio y así no te voy a gustar.
-Muy bien, pero lávate deprisa.
El cazador fue al arroyo y vio en el agua un grueso garrote. Lo cogió enseguida, se abalanzó sobre el lobo, lo aferró por la cola y le dio unos garrotazos que le desgarraron la piel. El lobo aullaba de dolor, pero no podía liberarse porque el cazador lo atenazaba por la cola. Al final, le dio un tirón tan brusco que le arrancó la cola y el lobo puso pies en polvorosa.
El cazador guardó en su morral la cola del lobo y emprendió la marcha.
El lobo fue a ver a sus hermanos y se lamentó ante ellos del maltrato que había recibido del cazador.
-Ese cazador no sabe con quiénes se ha metido -se indignaron los lobos y salieron de inmediato en busca del hombre para vengarse.
El cazador, al verse seguido por la manada, tuvo apenas tiempo para trepar a un árbol. Los lobos lo rodearon y, aunque saltaban lo más alto que podían, no lograban alcanzarlo por­que el cazador estaba en la última rama de la copa.
-Hagamos lo siguiente, hermanos -sugirió el lobo más viejo, montémonos uno encima del otro y así lograremos alcanzarlo.
-Buena idea -dijeron los otros lobos.
Debajo de todos estaba el lobo sin cola, montado en él el se­gundo, sobre el segundo el tercero, después el cuarto y así su­cesivamente hasta que el último quedó a sólo un palmo del ca­zador.
Entonces el hombre sacó del morral la cola del lobo, la arro­jó al suelo y gritó:
-Oye, tú, el que quería comerme: recoge tu cola y ponla en su lugar.
En cuanto el lobo lo escuchó, saltó sobre su cola sin preocu­parse por sus hermanos, montados unos sobre otros. Los lobos cayeron al suelo y se asustaron tanto que escaparon en todas di­recciones.
El cazador tuvo que agarrarse la barriga de tanta risa que le dio. Y como al sostenerse la barriga soltó la rama que lo mantenía sujeto, cayó también al suelo y se dio un golpe tremendo.

163. anonimo (letonia)

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