Un cazador, mientras
andaba por el bosque, se encontró con un lobo.
-Me alegra verte -dijo el
lobo, ahora te comeré.
-¿Por qué? -se asustó el
cazador. ¿Qué te he hecho yo para que quieras comerme?
-No me has hecho nada, ni
malo ni bueno. Te comeré porque tengo hambre.
El cazador comprendió que
no era fácil llegar a un acuerdo con el lobo y se esforzó pensando en cómo
librarse rápidamente de él.
-De acuerdo. Si eso es lo
que quieres, cómeme. Pero antes deja que me dé un baño en el arroyo. Estoy muy
sucio y así no te voy a gustar.
-Muy bien, pero lávate
deprisa.
El cazador fue al arroyo
y vio en el agua un grueso garrote. Lo cogió enseguida, se abalanzó sobre el
lobo, lo aferró por la cola y le dio unos garrotazos que le desgarraron la
piel. El lobo aullaba de dolor, pero no podía liberarse porque el cazador lo
atenazaba por la cola. Al final, le dio un tirón tan brusco que le arrancó la
cola y el lobo puso pies en polvorosa.
El cazador guardó en su
morral la cola del lobo y emprendió la marcha.
El lobo fue a ver a sus
hermanos y se lamentó ante ellos del maltrato que había recibido del cazador.
-Ese cazador no sabe con
quiénes se ha metido -se indignaron los lobos y salieron de inmediato en busca
del hombre para vengarse.
El cazador, al verse
seguido por la manada, tuvo apenas tiempo para trepar a un árbol. Los lobos lo
rodearon y, aunque saltaban lo más alto que podían, no lograban alcanzarlo porque
el cazador estaba en la última rama de la copa.
-Hagamos lo siguiente,
hermanos -sugirió el lobo más viejo, montémonos uno encima del otro y así
lograremos alcanzarlo.
-Buena idea -dijeron los
otros lobos.
Debajo de todos estaba el
lobo sin cola, montado en él el segundo, sobre el segundo el tercero, después
el cuarto y así sucesivamente hasta que el último quedó a sólo un palmo del cazador.
Entonces el hombre sacó
del morral la cola del lobo, la arrojó al suelo y gritó:
-Oye, tú, el que quería
comerme: recoge tu cola y ponla en su lugar.
En cuanto el lobo lo
escuchó, saltó sobre su cola sin preocuparse por sus hermanos, montados unos
sobre otros. Los lobos cayeron al suelo y se asustaron tanto que escaparon en
todas direcciones.
El cazador tuvo que
agarrarse la barriga de tanta risa que le dio. Y como al sostenerse la barriga
soltó la rama que lo mantenía sujeto, cayó también al suelo y se dio un golpe
tremendo.
163. anonimo (letonia)
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