Morgana era la más linda muchacha
del lugar. Todos los jóvenes de la pequeña ciudad querían casarse con ella,
pero Morgana no atendía a sus requerimientos, pues lo único que le interesaba
era bailar.
Con su traje de tul, bailaba
siempre, hasta que la rendía el cansancio. Era feliz aunque siempre deseaba
unas bellas zapatillas de baile.
Vivía en la ciudad un zapatero, que
era brujo y Morgana le pidió que le hiciese unas zapatillas a su medida, que
fuesen de seda rosa.
-¿Tendrás dinero para pagármelas? -preguntó el zapatero.
-¡Oh, sí, sí! -respondió ella. No
te preocupes.
-Por tu belleza te las voy a
regalar -dijo el brujo, que en el fondo estaba furioso porque la amaba y ella
ni se dignaba mirarle.
Y sucedió que, en cuanto se calzó
las lindas zapatillas rosas, Morgana empezó a bailar como un ángel sobre las
puntas de los pies y estuvo bailando horas y horas y, cuando quiso descansar,
las zapatillas seguían la danza.
Siempre bailando, recorría aldeas y
caminos sin parar nunca. La pobre Morgana sólo deseaba dormir, pero las
zapatillas mágicas no le concedían tregua.
Danzando siempre, regresó a su
pequeña ciudad. Al llegar a la plaza, cayó redonda al suelo y lanzó su último
suspiro.
El mago recogió las zapatillas y
las besó.
999. Anonimo
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