El rey Haleb tenía dos hijas
hermosas, pero era la mayor la que despertaba más admiración, pues se adornaba
con bellos vestidos y joyas valiosas y pasaba mucho tiempo ante su tocador,
haciendo que sus numerosas doncellas cuidaran los mil detalles de su atavío.
El príncipe Efrén anunció su
visita, ello significaba que iba a elegir por esposa a una de las dos
princesas.
Rosamunda, segura de sí misma, se
consideró la elegida antes de la llegada del futuro rey.
Era Efrén un apuesto joven y,
aunque se mostró cortés con las dos muchachas, se limitó a observarlas sin
manifestar su preferencia durante el primer día.
El segundo día lo pasó acompañando
a Rosamunda y todos en la corte daban por hecho su matrimonio con la
primogénita, pero, el tercer día, Efrén invitó a Evelia a dar una vuelta por
los jardines.
-¡Hermosa rosa! -exclamó el
príncipe, al atravesar el jardín.
Evelia, mirando la delicada flor
respondió:
-Es, sin duda, la más bella.
-¡Oh, no! -sonrió Efrén. Es muy
hermosa, sin duda, pero yo no me atrevería a tomarla por temor a sus espinas,
en cambio, ved ese lirio, tan blando, tan hermoso en su sencillez.
Decididamente, prefiero el lirio a la rosa.
Y, tomando la mano de la linda
Evelia, la pidió en matrimonio, pues entre la ostentosa Rosamunda y la delicada
Evelia, había elegido a la última.
Y fueron muy felices, a pesar de
los malos augurios de Rosamunda que durante toda su vida maldijo el tiempo
perdido en presumir inútilmente.
999. Anonimo
No hay comentarios:
Publicar un comentario