Hace muchísimos años, en una ciudad
del Norte de Europa, se detuvo a un inocente como ladrón de piedras preciosas.
El verdadero ladrón dejó malherido
al dueño del comercio y escapó. Algunos empezaron a gritar: "¡Al ladrón!
¡Al ladrón!". Este, viéndose perseguido, arrojó al suelo el saquillo con
lo robado y huyó por una callejuela. Un pobre muchacho que pasaba por allí,
asombrado, recogió el saquillo y con él le hallaron los agentes de la
autoridad, de modo que le tomaron por el ladrón, a pesar de sus protestas de
inocencia.
Le encerraron en una celda en una
de cuyas paredes, con carbón, se hallaba dibujada una puerta. Sobre ella
aparecía el nombre: "La Puerta del Inocente:" Y debajo: "El que
sea inocente y la empuje, hallará la libertad:'
Por lo visto, algún-antiguo
inquilino de la cárcel la había dibujado allí.
Nuestro hombre no le concedió la
menor importancia. Pero, cuando un día se apoyó sin querer sobre el dibujo de
la puerta, esta cedió como si de una auténtica puerta se tratara. Y, a través
de un corredor oscuro, fue a encontra-se en el campo, bajo las estrellas.
El hombre inocente se apresuró a
enrolarse en un barco como marinero y no regresó a su país natal, donde si le
habían encarcelado injustamente también había sido protagonista de un suceso
increíble que jamás pudo explicarse.
999. Anonimo
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