La Reina dijo que casaría a su único hijo con la muchacha más trabajadora
del Reino, y el molinero llevó a su hija a Palacio.
La Reina la llevó a un cuarto lleno de hilo y le pidió que lo hilase en la
noche. La niña se echó a llorar:
‑¡Mi padre me ha metido en un buen lío! ‑gemía.
Entonces aparecieron ante ella tres mujeres muy feas.
‑Te ayudaremos ‑dijeron, si nos prometes invitarnos a tu boda y no
avergonzarte de nosotras.
La joven lo prometió, ellas hilaron todo el lino, la Reina se puso muy
contenta y casó con su hijo a la hija del molinero. la muchacha invitó a las
hilanderas a la boda y las puso a su lado, tal y como había prometido.
El Príncipe, que estaba encantado con la belleza de su esposa, las vio y
les preguntó:
‑¿Por qué tienes el labio tan grueso? ‑dijo a la primera.
‑De mojar el hilo para hilar ‑dijo ella.
‑Y tú ‑preguntó a la segunda‑, ¿por qué tienes el pie tan grande?
‑De darle al pedal al hilar ‑dijo la segunda.
‑Y tú ‑quiso saber, ¿por qué tienes ese dedo tan gordo?
‑De torcer el hilo para hilar ‑dijo la tercera mujer.
Entonces el Príncipe le dijo a su madre la Reina:
‑¡No quiero que mi mujer vuelva a hilar en toda su vida!
¡Y la hija del molinero nunca más tuvo que hilar!
999. Anonimo
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