Una mujer que era un poco bruja, tenía una hija y
una hijastra. Su hija era fea y malvada, y su hijastra era buena como un trozo
de pan. Por eso todo el mundo quería más a la hijastra y la mujer la trataba
muy mal, celosa de ella.
Un día la envió a coger fresas, a pesar de que
era enero y había nevado mucho. La joven salió con su cesta al bosque, con un
solo pedazo de pan duro para comer.
Se perdió y fue a dar con una casita en la que la
abrieron tres enanos, y cuando ella entró para descansar, le dijeron:
‑¡Danos un trozo de tu pan!
Inmediatamente, la niña hizo cuatro partes y
todos comieron. Cuando se fue, los enanos decidieron premiarla:
‑¡Que sea la mujer más bella del mundo! ‑dijeron,
y así fue.
Llegó a casa y su madrastra al notar
el cambio le preguntó lo que había pasado. Al día siguiente envió a su hija,
para que los enanos la hicieran también muy bella.
Sin embargo, cuando la hija de la bruja llegó a
la casa de los enanos con su pastel y su cesta, ellos
la pidieron que compartiese su merienda y la muchacha protestó airadamente:
‑¿A cambio de qué? ¡Nada, no os doy nada si no me
premiais!
¿Qué pasó? ¡Pues que los enanos la castigaron a ser la más fea de¡ mundo!
¡Así que su hermanastra se casó con
un Príncipe y a ella no hubo un loco que la quisiera, ni para descalzarle!
999. Anonimo
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