Yorinda, una bellísima joven que
pronto iba a celebrar su matrimonio con el apuesto Yorindel, se sentía muy
feliz.
Un día que la joven pareja paseaba
por el bosque, la muchacha recordó de pronto lo que se decía de aquel lugar y
dijo a su novio:
-¡Vamos, alejémonos de aquí en
seguida! Dicen que en aquel castillo vive una bruja envidiosa de la felicidad
de los enamorados. Y que se apodera de las doncellas y las transforma en
pájaros.
Acababa apenas de decirlo, cuando
la bruja, que había salido de su castillo, apareció llevando una jaula entre
las manos. En un instante, convirtió a Yorinda en ruiseñor y la encerró en la
jaula. Yorindel quiso evitarlo, pero por más que lo intentó, no pudo dar un
paso en defensa de su enamorada. Y vio a la bruja entrar en el castillo con la
jaula entre las manos.
Luego la bruja, asomada a una
ventana, gritó a Yorindel:
-¡No te devolveré jamás a tu novia!
El desdichado Yorindel vagó durante
varios días por el bosque, pues recobró sus movimientos en cuanto la puerta del
castillo se cerró tras la bruja. Agotado, se durmió y soñó que había encontrado
una hermosísima rosa de color rojo, que lucía una perla entre sus pétalos y que
desencantaba todo cuanto tocaba...
Al despertar, Yorindel acarició la
idea de encontrar la rosa vista en sueños. Pasaron varios días y por fin una
mañana la encontró. Era igual a la que viera dormido, con una perla entre sus
pétalos.
La cortó del rosal, y con ella en
las manos se fue al castillo. Tocó la puerta con la rosa y la puerta se abrió.
Seguidamente descubrió un patio con centenares de jaulas, cada una de las
cuales tenía un pajarillo.
-¿Cuál será la jaula de mi amada
Yorinda? -se preguntaba.
En aquel instante apareció la bruja
y tomó una de las jaulas, y se alejó con ella. Yorindel la siguió. Pudo por fin
alcanzarla y tocar la jaula con la flor. De inmediato, Yorinda reapareció ante
él.
Como no podía perder tiempo, tocó a
la bruja con la rosa y se convirtió en un árbol añoso y sin hojas.
Yorindel tocó todas las jaulas con
la flor y todos los pájaros se convirtieron en jubilosas jóvenes.
Yorinda y Yorindel regresaron al
pueblo y poco después celebraron su boda. Nunca hubo una pareja más feliz.
999. Anonimo
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