En la antigua ciudad de Esmirna
vivían dos comerciantes amigos: Faruk y Ahmed.
Un día, Ahmed vendió sus bienes
para viajar a La Meca y fue a despedirse de Faruk, al que dijo:
-Voy a confiar a tu cuidado los únicos
bienes que pienso conservar. Se trata de cien libras de acero. Guárdalas hasta
mi vuelta.
-Descuida, amigo. Te las guardaré
como si fueran mías.
Ahmed se fue a La Meca y Faruk
guardó las cien libras de acero en el sótano.
Pasado algún tiempo, regresó el
peregrino y fue a visitar a su amigo. Este, al verle, puso cara de
circunstancias.
-Bienvenido, querido Ahmed. Tengo
un terrible disgusto, pues una mañana fui al sótano a ver tu acero y sólo
encontré los restos. Había unas hormigas gigantes y sin duda ellas se lo
comieron.
Lógicamente, Ahmed no creyó la
excusa, pero hizo como que la aceptaba.
-¡Qué le vamos a hacer! No te
preocupes y olvídate del asunto.
999. Anonimo
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