Había una Princesa tan orgullosa que se creía más lista que nadie. Por eso
dijo que sólo se casaría con quien le dijese un acertijo que ella no supiera.
Muchos pasaron por Palacio y ella todo lo acertó. Hasta que llegó un mendigo:
‑Pito, pito, colorito ‑le dijo a la Princesa.
Ella pidió un día de plazo para adivinar el significado de estas palabras,
y el mendigo se fue a la posada. Estaba él durmiendo cuando llegó la Princesa y le preguntó:
‑Dime cómo sigue tu acertijo.
‑Dónde vas tan rebonito ‑respondió él sin enterarse.
Pero entonces se despertó de repente, cogió a la Princesa de la manga, y
ella intentó huir, pero él se quedó con su abrigo. Así por la mañana, cuando él
fue a Palacio, dijo al Rey que había sido engañado; que ella había usado un
truco para saber la respuesta de su acertijo, y que eso no valía.
‑¿Qué pruebas tienes de lo que dices? ‑preguntó el Rey.
‑¡Este abrigo que ella tuvo que dejar en mi cuarto anoche!
El Rey reconoció que aquello era cierto, y casó a su orgullosa hija con el
mendigo. Al principio a la fuerza, y luego de buena gana, ella fue su esposa y
ambos fueron felices.
999. Anonimo
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