El monarca de un lejano reino tenía
tres hijos muy diferentes entre sí. Mientras que los dos mayores eran listos e
ingeniosos, el pequeño casi siempre permanecía callado y sólo hablaba lo
justamente necesario. Todos le llamaban Simple.
Al rey, que era anciano, le
preocupaba el nombramiento de su heredero. Tenía que ser el mejor de los tres.
Para evitar discusiones entre sus hijos pensó tomar tres plumas de faisán y
arrojarlas al aire, para que cada uno de sus tres hijos siguiera la dirección
de la pluma que eligiese y el que regresase con el tapiz más hermoso, sería el
heredero.
Una de las plumas marcó el Este,
otra el Oeste y la tercera cayó en un punto poco preciso. Los hermanos mayores
eligieron las dos primeras y Simple se conformó con la tercera.
Los primeros partieron
entusiasmados hacia sus respectivos rumbos. Simple, por su parte, observó que
su pluma había ido a caer sobre una especie de trampilla. La levantó y ante sus
ojos aparecieron unos escalones de piedra.
-¡Esto promete ser interesante! -se
dijo.
999. Anonimo
No hay comentarios:
Publicar un comentario