Una zorra hambrienta rondaba,
cierta noche de luna, una casa de campo, y en una de sus idas y venidas se
encontró con un gatito al que dijo:
-Verdaderamente no eres un gran
banquete para quien, como yo, se está muriendo de hambre. Pero en estos días de
apuro, vale más algo que nada.
-¡Oh, no me comas! -exclamó el
gatito. Yo sé donde el amo guarda sus quesos. Ven conmigo y verás.
El gatito acompañó a la zorra al
patio de la casa, donde había un pozo y, ató a la cuerda de la garrucha, un
cubo.
-Mira hacia el fondo del pozo y
verás los quesos -dijo el gatito.
La zorra se asomó al brocal y vio,
en el fondo del pozo, la luna que reflejaba el agua.
-¿Puedes subir uno de esos quesos?
-preguntó la zorra.
-No; son demasiado pesados -dijo el
gatito. Debes bajar tú.
El gatito indicó a la zorra cómo
debía bajar al pozo, así ésta se introdujo en el cubo, que estaba allí, pero su
peso hizo que el cubo se deslizase muy rápidamente y la zorra cayó al agua y se
ahogó.
999. Anonimo
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