Estaba arando un pobre labrador un
campo, cuando la reja del arado tropezó en un objeto duro y se rompió. Se
trataba de una tinaja de barro y el labrador, para compensar su pérdida, se
llevó la tinaja a su casa; la esposa del labrador le insultó, por tonto.
Pero sucedió que, al limpiar la
tinaja, el hombre encontró unas monedas de oro en el fondo. Las retiró y vio
que quedaban otras tantas y así continuamente.
-Mujer -le dijo a su gruñona
esposa, ya ves, somos ricos, pero no cuentes esto a nadie.
Ella, que no sabía callar nada,
contó el secreto a unos vecinos. Al labrador de la finca próxima se le ocurrió
entablar pleito alegando que la tinaja había sido hallada en sus terrenos.
El juez oyó a las dos partes y,
habiéndose enterado del prodigio de la tinaja, la confiscó y despidió a los
litigantes.
Estos contaron por todas partes la
hazaña del juez y llegó a oídos del padre de éste, que era magistrado.
-Vas a dejar nuestra buena fama por
los suelos -le dijo el padre al hijo.
El juez explicó las propiedades de
la tinaja y el viejo, tentado por la avaricia, quiso recoger él también sus
buenos puñados de monedas de oro. Y sucedió que, al inclinarse, el ambicioso
viejo perdió el equilibrio. El hijo, al verlo dentro, tuvo que sacarlo, pero
vio que dentro quedaba otro hombre igual que su padre. Lo sacó asimismo y salió
otro padre y otro padre...
Y el mal juez, desesperado, se
encontró conque tenía que pasarse la vida sacando padres de la tinaja, porque
debía cumplir sus deberes de buen hijo...
999. Anonimo
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