Eranse una vez tres hermanos y el menor de ellos
se llamaba Queros. Su mujer era muy hermosa y los otros dos ambicionaban
tenerla para ellos. Un día le dijeron a su joven hermano:
-Prepárate y vente con nosotros para un largo
viaje.
-De acuerdo, como queráis- les respondió Queros.
Así pues, el día de la partida, llamó a su mujer
y le dijo:
-Escucha con atención lo que te voy a decir. Mis
hermanos y yo tenemos que hacer un viaje por tierras lejanas. No debes
inquietarte por ello, sino estar muy alerta y no abrirle la puerta a nadie
hasta que yo esté de vuelta y te diga que me abras.
Cuando todo estuvo preparado, los tres hermanos
emprendieron la marcha. Después de caminar durante algún tiempo, se detuvieron
para descansar y el mayor de los tres le dijo a Queros:
-Hace un sol abrasador y desfallecemos a causa de
la sed. Cerca de aquí hay un pozo, pero no tenemos a mano una cuerda con que
subir el agua hasta arriba. Como tú eres el más ágil de los tres, serás quien
descienda hasta el fondo del pozo.
-De acuerdo- respondió Queros, -pero vosotros
deberéis sujetar-me bien, pues si me caigo corro gran peligro de ahogarme.
-No te preocupes por eso- le tranquilizaron
ellos, -nosotros te sostendremos desde aquí arriba.
De este modo Queros descendió al pozo y les
proporcionó el agua a sus hermanos, mas cuando se dispuso a subir, ellos lo
soltaron y vino a caer en el mundo subterráneo, sobre la casa de una anciana
mujer. Ésta le ofreció hospitalidad y le dijo que podía darle de comer, pero
que no tenía una sola gota de agua, pues una terrible kuçedra [1]
acechaba continuamente junto a la única fuente del pueblo y devoraba allí a
una persona todos los días.
Queros se llegó hasta la fuente y vio cerca de
ella a una joven toda afligida que entre sollozos le dijo:
-Mi hermano se casa hoy, pero la kuçedra no quiere darnos agua, si no es
con la condición de que pueda comerme a mí...
-No te preocupes por eso, ni permitas que el
desaliento se apodere de ti- le respondió Queros y, colocando su cabeza sobre
las rodillas de la joven, se quedó dormido allí mismo.
Al poco tiempo apareció la kuçedra, la muchacha se echó a llorar de nuevo y Queros despertó.
Introdujo entonces entre las fauces de la hidra tres ovillos de lana, que se
le quedaron atravesados en la garganta al monstruo. A continuación desenvainó
su espada y le cortó la cabeza de un solo tajo.
El rey y todos los habitantes del país se
alegraron mucho y quisieron saber qué podían ofrecerle como recompensa.
-Nada, no quiero nada- les respondió Queros.
-Tan sólo que me llevéis hasta allá arriba, al
lugar de donde vine, pues siento nostalgia después de tan larga ausencia.
-Está bien- le respondieron ellos, -pero antes
deberás matar a la serpiente que todos los días intenta devorar a las crías de
la única águila que tenemos aquí; ella, en recompensa, te transportará hasta
tu mundo.
Queros se dirigió hasta el lugar donde el águila
tenía su nido, se emboscó a la espera de que hiciera aparición la serpiente,
que no tardó en llegar, y acto seguido la mató.
Cuando el águila volvió y vio a sus polluelos
sanos y salvos y muerta la serpiente, se puso muy contenta y prometió a Queros
que lo llevaría hasta su país, pero antes tendría que proporcionarle doce
grandes panes y doce porciones de carne. El joven se los procuró sin tardanza y
seguidamente emprendieron el vuelo.
Mas, como el recorrido era largo, las provisiones
se acabaron pronto y el águila dijo que no podía continuar el viaje sin tener
qué llevarse a la boca y que le sería preciso deshacerse de su pasajero.
Entonces Queros se cortó primero las pantorrillas y luego una rodaja de cada
uno de sus muslos, y le iba dando los pedazos de carne para que comiera a
medida que avanzaban. Al poco tiempo el águila tuvo hambre de nuevo y volvió a
pedir más para colmar su insaciable apetito, por lo que el joven Queros le
entregó un trozo de su pecho. Algo más tarde le ofreció parte de sus brazos y
de su espalda. Sin embargo el águila tenía cada vez más apetito y el viaje
parecía interminable. Entonces Queros le dio a comer lo que quedaba de la carne
de su cuerpo. Y así, cuando por fin llegaron a nuestro mundo, el viajero no era
más que un esqueleto sobre el lomo del águila.
Los chiquillos, que fueron los primeros en
reparar en ellos, corrían y se agitaban gritando: ¡Mirad, mirad! ¡Un muerto y
un pájaro que vuelan juntos!...
110. anonimo (albania)
[1] Especie de hidra de muchas cabezas, frecuente en los cuentos
albaneses. Como muchos de sus congéneres fabulosos, sus caracte-rísticas y
proceder varían de un cuento a otro.
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