Por campos llenos de
fresones,
el gato encontró a los
ratones.
-Miau, miau, señora
Ratona,
es usted muy guapetona.
Ella le dijo, en un
arrebato:
-¿Qué hace aquí, señor
don Gato?
-Tenéis en casa, por lo
que he sabido,
cuatro hijas sin marido.
Estoy dispuesto a
casarme...
(mi estómago gime de
hambre...)
saltando de la alegría.
A la sala amablemente
hizo entrar al
pretendiente
y llamó a sus cuatro
hijas:
-Ellas son mi gran
tesoro,
mi consuelo, mis
sortijas:
le doy la que usted
elija.
Muy voraz respondió el
gato:
-Me casaré con las
cuatro.
La primera hará la
compra,
la segunda la comida,
la tercera lavará la
ropa,
y la cuarta la vajilla.
Fue celebrada al instante
una boda súper elegante.
De blanco las cuatro
esposas
apetecibles y hermosas.
De esmoquin negro don
Gato
y de charol los zapatos.
Iba de dama de honor
la mujer de un ruiseñor;
de testigo don Pinzón,
de celebrante un gorrión.
¡En el altar tres
alondras
fascinaban al cantar!
Después del «sí, quiero»,
¡qué dulzura!,
el gato se comió al cura.
Aunque eran muy bonitas,
comió a las cuatro
ratitas.
Y rascándose el ombligo,
a invitados y testigos.
La suegra se salvó por un
momento,
entre gritos y mucho
aspaviento:
el gato tenía la panza
llena,
así que la guardó para la
cena.
Como ya no queda nadie
para ser comido,
se acaba el cuento
y el gato se da por bien
servido.
002. anonimo (finlandia)
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