Alguien dijo: "Los cuentos nos ayudan a enfrentarnos al mundo"

Era se una vez...

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jueves, 26 de julio de 2012

El gatito y la ratita

Había una vez una ratita que, barriendo la calle, se encontró una moneda.
-¿Qué haré con esta moneda? -se preguntó la ratita-. Po­dría comprarme unas avellanas. Pero no, eso no. ¡Después ten­dría que tirar las cáscaras! ¿Nueces? No, tampoco, igualmente tendría que tirar las cáscaras. ¿Y si comprase almendras? Tam­poco. Además de las cáscaras, debería tirar también la piel. Pien­so que lo mejor será que me compre un repollo. Me haré con él una casita: el troncho me servirá para las vigas, las hojas gran­des para las paredes, y las pequeñas para puertas y ventanas. Con las hojas aún más pequeñas y finas tendré sábanas y mantas para la cama.
Dicho y hecho. Cuando la casita estuvo lista, la ratita salió al balcón. Justo en ese momento pasaban unos corderos:
-Ratita, ratita, ¿no te gustaría casarte con uno de nosotros? -preguntaron a coro.
-Quiero oír cómo cantáis -respondió la ratita.
-¡Beee, beee, beee! -cantaron los corderitos.
-Ya, ya, podéis iros. Baláis tan fuerte que haríais temblar toda la casa y me daría mucho miedo.
Poco después, llegó a pasar delante de la casa de la ratita un grupo de pavos.
-Ratita, ratita, ¿por qué no te casas con uno de nosotros?
-Quiero oír cómo cantáis.
-¡Glu, glu, glu! -cantaron los pavos.
-Ya, ya, podéis iros. Con tanto glugluteo haríais temb, toda la casa y me daría mucho miedo -exclamó la ratita. Unos minutos después, pasó un grupo de gallos.
-Ratita, ratita, ¿no querrías casarte con uno de nosotros?
-Quiero oír cómo cantáis.
-¡Quiquiriquí! ¡Quiquiriquí! -cantaron los gallos.
-Ya, ya, podéis iros. Con vuestros chillidos haríais temblar toda la casa y me daría mucho miedo.
Al poco rato pasó una manada de gatos monteses.
-Ratita, ratita, ¿no querrías casarte con uno de nosotros?
-Primero quiero oír cómo cantáis.
-¡Miau, miau, miau!
-¡Fuera, fuera! -exclamó la ratita-. ¡Con esos maullidos ha­ríais temblar mi casa y me daría mucho miedo! Finalmente llegó un grupo de gatitos.
-Ratita, ratita, ¿no querrías casarte con uno de nosotros? -preguntaron.
-Quiero oír cómo cantáis -dijo como siempre la ratita.
-Ron... ron... ron... -dijeron los gatitos ronroneando.
-Adelante, adelante, vosotros sois mejores que los demás. Los gatitos entraron y la ratita eligió entre ellos a su marido.
Un día, mientras la ratita estaba en la fuente haciendo la co­lada, resbaló y cayó en el agua. Estaba ya a punto de ahogarse cuando llegó el gatito:
-Ratita, ratita -gritó el gatito-, ¿quieres que te saque de allí de una oreja?
-No, no, gatito mío, me harías daño.
Entonces el gato cogió a la ratita por la cola y la sacó fuera del agua.
La pobrecita estaba toda empapada y se puso a secarse al sol bajo un nogal. Pero las nueces estaban justamente maduran­do y una de ellas le cayó en la nariz.
El gatito fue entonces a hablar con el zapatero y le dijo:
-Zapatero, zapatero, dame un poco de pez para que cure la nariz de la ratita.
Pero el zapatero respondió:
-No te daré la pez si no me traes unas cuantas cerdas.
El gatito fue entonces a hablar con el cerdo y le dijo:
-Cerdo, cerdito, dame algunas de tus cerdas. Yo se las daré al zapatero y él me dará un poco de pez para curar la nariz de mi ratita.
Pero el cerdo dijo:
-No, salvo que me traigas un poco de salvado.
El gato fue entonces a hablar con el molinero y le dijo:
-Molinero, molinero, dame un poco de salvado. Yo se lo daré al cerdo, el cerdo me dará las cerdas, le daré las cerdas al zapatero y el zapatero me dará la pez para curar la nariz de la ratita.
Pero el molinero respondió:
-No, salvo que me traigas trigo.
El gato fue entonces al campo y le dijo:
-Campo, campito, dame un poco de trigo. Se lo daré al mo­linero, el molinero me dará el salvado, se lo daré al cerdo, el cer­do me dará las cerdas, se las daré al zapatero y el zapatero me dará la pez para curar la nariz de la ratita.
Pero el campo dijo:
-No, salvo que me traigas un poco de agua. El gato fue hacia el pozo y le dijo:
-Pozo, te lo ruego, dame un poco de agua. Se la daré al campo, el campo me dará trigo, el trigo se lo daré al molinero, el molinero me dará un poco de salvado, yo se lo daré al cerdo, el cerdo me dará las cerdas para el zapatero, y el zapatero me dará la pez para curar la nariz de la ratita.
Pero el pozo respondió:
-No, salvo que me traigas una cuerda.
El gato fue a hablar entonces con el cordelero y le dijo:
-Cordelero, cordelero, dame una cuerda y yo se la daré al pozo, el pozo me dará un poco de agua para el campo, el campo me dará trigo para el molinero, el molinero me dará el salvado para el cerdo, el cerdo me dará las cerdas para el zapatero, y el zapatero me dará la pez para curar la nariz de la ratita.
Pero el cordelero respondió:
-No te daré nada.
Ante estas palabras, el gato corrió hasta su casa y lamió la nariz de la ratita para ver si la herida cicatrizaba. ¡Cielos, qué buen sabor! Y el gato siguió lamiendo y lamiendo hasta que se comió a la ratita entera...
Y desde aquel día los gatos se comen a los ratones.

Fuente: Gianni Rodari

003. anonimo (españa)

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