Había una vez una ratita
que, barriendo la calle, se encontró una moneda.
-¿Qué haré con esta
moneda? -se preguntó la ratita-. Podría comprarme unas avellanas. Pero no, eso
no. ¡Después tendría que tirar las cáscaras! ¿Nueces? No, tampoco, igualmente
tendría que tirar las cáscaras. ¿Y si comprase almendras? Tampoco. Además de
las cáscaras, debería tirar también la piel. Pienso que lo mejor será que me
compre un repollo. Me haré con él una casita: el troncho me servirá para las
vigas, las hojas grandes para las paredes, y las pequeñas para puertas y
ventanas. Con las hojas aún más pequeñas y finas tendré sábanas y mantas para
la cama.
Dicho y hecho. Cuando la
casita estuvo lista, la ratita salió al balcón. Justo en ese momento pasaban
unos corderos:
-Ratita, ratita, ¿no te
gustaría casarte con uno de nosotros? -preguntaron a coro.
-Quiero oír cómo cantáis
-respondió la ratita.
-¡Beee, beee, beee!
-cantaron los corderitos.
-Ya, ya, podéis iros.
Baláis tan fuerte que haríais temblar toda la casa y me daría mucho miedo.
Poco después, llegó a
pasar delante de la casa de la ratita un grupo de pavos.
-Ratita, ratita, ¿por qué
no te casas con uno de nosotros?
-Quiero oír cómo cantáis.
-¡Glu, glu, glu!
-cantaron los pavos.
-Ya, ya, podéis iros. Con
tanto glugluteo haríais temb, toda la casa y me daría mucho miedo -exclamó la
ratita. Unos minutos después, pasó un grupo de gallos.
-Ratita, ratita, ¿no
querrías casarte con uno de nosotros?
-Quiero oír cómo cantáis.
-¡Quiquiriquí!
¡Quiquiriquí! -cantaron los gallos.
-Ya, ya, podéis iros. Con
vuestros chillidos haríais temblar toda la casa y me daría mucho miedo.
Al poco rato pasó una
manada de gatos monteses.
-Ratita, ratita, ¿no
querrías casarte con uno de nosotros?
-Primero quiero oír cómo
cantáis.
-¡Miau, miau, miau!
-¡Fuera, fuera! -exclamó
la ratita-. ¡Con esos maullidos haríais temblar mi casa y me daría mucho
miedo! Finalmente llegó un grupo de gatitos.
-Ratita, ratita, ¿no
querrías casarte con uno de nosotros? -preguntaron.
-Quiero oír cómo cantáis
-dijo como siempre la ratita.
-Ron... ron... ron...
-dijeron los gatitos ronroneando.
-Adelante, adelante,
vosotros sois mejores que los demás. Los gatitos entraron y la ratita eligió
entre ellos a su marido.
Un día, mientras la
ratita estaba en la fuente haciendo la colada, resbaló y cayó en el agua.
Estaba ya a punto de ahogarse cuando llegó el gatito:
-Ratita, ratita -gritó el
gatito-, ¿quieres que te saque de allí de una oreja?
-No, no, gatito mío, me
harías daño.
Entonces el gato cogió a
la ratita por la cola y la sacó fuera del agua.
La pobrecita estaba toda
empapada y se puso a secarse al sol bajo un nogal. Pero las nueces estaban
justamente madurando y una de ellas le cayó en la nariz.
El gatito fue entonces a
hablar con el zapatero y le dijo:
-Zapatero, zapatero, dame
un poco de pez para que cure la nariz de la ratita.
Pero el zapatero
respondió:
-No te daré la pez si no
me traes unas cuantas cerdas.
El gatito fue entonces a
hablar con el cerdo y le dijo:
-Cerdo, cerdito, dame
algunas de tus cerdas. Yo se las daré al zapatero y él me dará un poco de pez
para curar la nariz de mi ratita.
Pero el cerdo dijo:
-No, salvo que me traigas
un poco de salvado.
El gato fue entonces a
hablar con el molinero y le dijo:
-Molinero, molinero, dame
un poco de salvado. Yo se lo daré al cerdo, el cerdo me dará las cerdas, le
daré las cerdas al zapatero y el zapatero me dará la pez para curar la nariz de
la ratita.
Pero el molinero
respondió:
-No, salvo que me traigas
trigo.
El gato fue entonces al
campo y le dijo:
-Campo, campito, dame un
poco de trigo. Se lo daré al molinero, el molinero me dará el salvado, se lo
daré al cerdo, el cerdo me dará las cerdas, se las daré al zapatero y el
zapatero me dará la pez para curar la nariz de la ratita.
Pero el campo dijo:
-No, salvo que me traigas
un poco de agua. El gato fue hacia el pozo y le dijo:
-Pozo, te lo ruego, dame
un poco de agua. Se la daré al campo, el campo me dará trigo, el trigo se lo
daré al molinero, el molinero me dará un poco de salvado, yo se lo daré al
cerdo, el cerdo me dará las cerdas para el zapatero, y el zapatero me dará la
pez para curar la nariz de la ratita.
Pero el pozo respondió:
-No, salvo que me traigas
una cuerda.
El gato fue a hablar
entonces con el cordelero y le dijo:
-Cordelero, cordelero,
dame una cuerda y yo se la daré al pozo, el pozo me dará un poco de agua para
el campo, el campo me dará trigo para el molinero, el molinero me dará el
salvado para el cerdo, el cerdo me dará las cerdas para el zapatero, y el
zapatero me dará la pez para curar la nariz de la ratita.
Pero el cordelero
respondió:
-No te daré nada.
Ante estas palabras, el
gato corrió hasta su casa y lamió la nariz de la ratita para ver si la herida
cicatrizaba. ¡Cielos, qué buen sabor! Y el gato siguió lamiendo y lamiendo
hasta que se comió a la ratita entera...
Y desde aquel día los
gatos se comen a los ratones.
Fuente: Gianni Rodari
003. anonimo (españa)
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