Una reina
tenía una hija y solía pasear con ella por los jardines y los bosques y la
niña se interesaba por todo lo que veía. Un día vio en el jardín una matita que
no sabía reconocer y dijo:
‑Madre, ¿qué
es esa matita?
Y la
reina le contestó:
‑Es de
hinojo.
‑Pues la
vamos a cuidar, para ver lo grande que llega a ser.
Otro día
estaba la reina peinando a su hija y en el peine sacó un piojo, y dijo la
princesa:
‑Pues lo
vamos a cuidar, para ver lo grande que llega a ser.
Lo
estuvieron cuidando y con el tiempo se hizo tan grande como un animal de
mediano tamaño, pero al final envejeció y murió. La reina y la princesa lo
sintieron mucho, porque le habían cogido cariño. Entonces pensaron tener un
recuerdo de él y con su piel se hicieron un hermoso tambor que sonaba muy bien.
Un día en
que la princesa se divertía tocando el tambor, le dijo a su madre:
‑¿Quién
sería capaz de adivinar que este tambor se ha hecho con piel de piojo?
‑Nadie en
el mundo lo adivinaría ‑respondió la reina.
El rey,
que estaba escuchando esta conversa-ción, empezó a pensar y se le ocurrió que a
cuenta de aquel tambor podría ganar un buen dinero. Entonces hizo una proclama
por todo su reino diciendo que daría un gran premio a quien acertara de qué
piel estaba hecho el tambor, pero que quien no lo acertara debería pagarle un
tributo en dinero. Muchos acudieron al palacio convencidos de que lo
adivinarían fácilmente.
‑Está
hecho con piel de zorro ‑decían unos.
‑No, está
hecho con piel de gato ‑decían otros.
‑Este
tambor lo han hecho con piel de gallina ‑decían otros más. Y así fueron
desfilando mu-chos hombres y mujeres del reino, pero nadie lo adivinaba. Y como
cada uno tenía que pagar porque no había acertado, el dinero entraba a
espuertas en el palacio del rey.
En un
lugar del reino había un mozo que decidió irse de su casa a probar fortuna.
Emprendió el camino y al rato encontró a un hombre tumbado, con el oído puesto
en tierra, y le preguntó qué hacía.
‑Estoy
oyendo cómo nace la hierba.
‑Pues no
has de tener mal oído. ¿Por qué no te vienes a correr mundo conmigo?
‑De
acuerdo ‑dijo el hombre. Y se fue con él.
E iban
los dos juntos caminando cuando vieron que un hombre estaba arrancando árboles
como si fueran hierbecillas y se quedaron admirados de su fuerza. El mozo le
propuso que se uniera a ellos para buscar fortuna y el hombre accedió.
Ahora ya
eran tres los que caminaban juntos por el mundo y, anda que te andarás,
llegaron a la ciudad donde vivía el rey. En cuanto se acomodaron en una fonda
se enteraron de que el rey ofrecía un premio extraordinario a quien adivinara
de qué clase de piel estaba hecho el tambor de la princesa.
‑Pues, si
lo adivinamos ‑dijo el mozo a sus compañeros‑, nuestra fortuna está hecha.
Así que
mandó al compañero que tenía el oído tan fino a que escuchase bajo una ventana
las conversaciones del palacio. El hombre fue y, a la caída de la noche,
escuchó esto:
‑¡Qué
cantidad de dinero hemos recogido hoy con nuestro tambor! ‑decía la reina.
‑¡Y lo
que recogeremos todos los días! Pues ¿quién va a adivinar que este tambor está
hecho con piel de piojo?
El
hombre, en cuanto oyó esto, salió corriendo a la fonda y le contó al mozo lo
que había oído. Muy satisfecho, el mozo se presentó al día siguiente en el
palacio del rey. Había otros muchos y hubo de guardar cola. Como de costumbre,
nadie acertaba, hasta que le tocó a él el turno y dijo:
‑Majestad,
este tambor está hecho con piel de piojo.
El rey se
llevó las manos a la cabeza, asombrado, y el mozo reclamó su premio. Entonces
el rey, que era muy codicioso, le dijo que el premio consistía en todo el
dinero que podía cargar un hombre con sus solas fuerzas. El mozo se avino a
ello, pero llamó a su compañero, el que arrancaba los árboles, y le dijo que
empezase a cargar el oro del rey. Y el hombre cargó tanto y tanto que dejó
vacías las arcas del rey y los tres compañeros se volvieron a sus casas tan
ricos como nunca habían soñado.
003. anonimo (españa)
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