RESULTA QUE Franca, Lara, la
mamá y el Tío Chiflete habían decidido ir a pasar el día a una pileta. Se
levantaron temprano y empezaron a preparar el bolso.
-Por favor tío, -dijo la mamá-
apurate a juntar todas tus cosas porque no quiero atrasarme por tu culpa.
-En un minutito estoy listo -dijo el tío. Y se puso a juntar algunas cosas que necesitaba para ir a la
pileta: una malla, un patito de goma, las ojotas, un salvavidas, el bronceador,
una baguette de jamón, queso y lechón, una muda de ropa, un sombrero mexicano
de ala anchísima, un toallón, un barquito a pilas y un termo con jugo de
zapallito.
La mamá y las nenas estaban
listas hacía rato, y el Tío seguía apilando cosas arriba del sillón. Le faltaba
tan sólo bañarse, vestirse, afeitarse, lavarse los dientes, tomar unos mates y
leer el diario.
Entonces la mamá decidió
apurarlo, y se puso a cebarle mate y a afeitarlo, mientras Franca metía todas
las cosas en un valijón, y Lara se le colgaba del cuello y le lloraba en la
oreja.
El tío ya estaba casi listo
para salir, tan sólo que se había lustrado los zapatos con pasta de dientes y
se había afeitado las patillas y las cejas, y todos los rulos del lado derecho
de la pelada.
-Un momento -dijo el Tío. Lo
único que quiero agregar es la colección de tornillos.
-¿La colección de tornillos?
-preguntó la mamá. ¿Para qué diablos la vas a necesitar en la pileta?
-Yo no dije que la necesito -dijo
el Tío. Dije que la quiero tener, por si me aburro.
-Pero Tío Chiflete -dijo la
mamá- acordate el día que fuiste a un casamiento con los bolsillos llenos de
tornillos, y al bailar el vals con la novia se te cayeron los pantalones de
tanto peso.
-Pero Peta, los voy a poner
en una cajita. Pensá que los tornillos pueden servir para arreglar algo que se
descomponga, para jugar al tinenti, para matar hormigas o para armar un
tinglado que nos proteja del sol, o para...
-Hagamos una cosa. Vos
terminá de prepararte tranquilo, y cuando tengas todo listo, pegános un grito y
te pasamos a buscar.
-Perfecto -dijo el tío.
-Es solamente un minuto.
La mamá y las nenas lo
dejaron solo, y el tío se puso a hacer una lista con todo lo que le faltaba.
Después de repasar la lista
decidió comer unos bizcochos, y después le dio sueño y durmió una siestita.
-¡Enseguida estoy listo! -gritó
cuando se levantó.
Después de eso se puso a
buscar los tornillos. El problema era que no se acordaba dónde estaban. Buscó
por toda su habitación sin éxito.
-¡Ya me acordé! -gritó al
final.
-¡En la terraza, arriba del
tanque de agua!
Al rato se oyó un ruido
fuertísimo: el tío se había caído de la escalera de pintor.
El Vecino Inventor entró y le
preguntó:
-¿Te golpeaste?
-Un poco -dijo el Tío.
-Pero no es nada. Tengo que
arreglar esta escalera. ¿Ves cómo se soltó este escalón?
-Si. La madera está podrida.
-Pero no, -dijo el Tío, si
con un tornillito la voy a arreglar.
-¿Pero no se iban a ir a la
pileta hoy?
-Si, me están esperando.
-¿Y porqué querés arreglar la
escalera ahora? -preguntó el vecino.
-Para bajar mi colección de
tornillos, que está guardada arriba del tanque de agua.
-¿Y para qué querés los
tornillos?
-Para arreglar la escalera.
-Si, ya sé. Pero porqué te
dió ahora por arreglar la escalera.
-Porque quiero mis tornillos.
-¿Y porqué te dió ahora por
bajar los tornillos?
-Para arreg...
-¡Basta! No me digas de nuevo
lo mismo. Además de para arreglar la escalera, ¿para qué querés ahora los
tornillos?
-¡Ah! Para llevarlos a la
pileta.
-Pero a vos te falta un
tornillo.
-¡Y no te dije que me falta
un tornillo para arreglar la escalera, y la escalera para buscar mis tornillos,
y...!
-¡Basta! -gritó el inventor.
Yo te puedo prestar una escalera sana.
-Ah, que bueno. -dijo. Y
gritó bien fuerte:
-Peta, Franca, Lara: ¡el Inventor me presta la escalera!
¡En un rato salimos!
Con la escalera el tío se
subió al tanque de agua y encontró sus tornillos. Cuando terminó de acomodarlos
en la caja, sacó uno y se puso a arreglar la escalera. Además
del tornillo, necesitó unos cuantos clavos, alambres, pegamento y madera. Por
último fue a devolverle la escalera al Vecino Inventor, y aprovechó para tomar
unos mates y charlar un rato.
Finalmente agarró su valijón
y gritó:
-¡Estoy listo!
Nadie le contestó. Miró para
todos lados y volvió a gritar:
-¡Estoy listo! ¡Vamos a la
pileta!
Tampoco le contestaron.
Entonces se puso a revisar toda la casa, y no encontró a nadie. Al final salió
a la vereda, arrastrando el valijón, y se paró arriba.
Mirando bien, descubrió que a
lo lejos llegaban Peta, Franca y Lara. Cuando estuvieron cerca les dijo:
-Estoy listo para ir a la
pileta.
-Y nosotras estamos listas
para ir a la cama. ¿No te diste cuenta que ya es casi de noche? -le dijo la
mamá.
-¡La pileta estuvo bárbara! -dijo
Franca.
Y Lara no le dijo nada,
porque se había dormido.
999. Anonimo
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