Existió en los tiempos de
Maricastaña un bosque realmente singular aunque parecía un bosque como todos
los demás, con bonitos árboles y leñadores que los cuidaban.
Cierto día la región fue invadida
por una pandilla de bandidos que despojaron a las gentes de la comarca de sus
bienes, y huyeron a través del bosque.
Pero cual sería la sorpresa de los
buenos campesinos cuando a la mañana siguiente encontraron a los ladrones,
maltrechos, molidos a garrotazos y sin fuerzas para escapar, de manera que los
metieron a todos en la cárcel.
Un mocetón del lugar que atravesaba
aquella noche el bosque vio cómo los bandidos con el saco de lo robado al
hombro, al pasar por entre los abetos, eran golpeados por sus ramas; y aunque
al principio resistían los primeros palos, acabaron todos desplomándose,
tullidos de dolor.
Y también vio que una rama se
inclinó sobre él y le susurró al oído:
-Di que tú no eres un ladrón.
Y así lo hizo y la voz susurrona
del bosque le dijo:
-Márchate de aquí.
999. Anonimo
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