Estando en un prado junto al río,
los gansos vieron llegar a una zorra. Sobresaltados, empezaron a gritar. Y dijo
la visitante:
-¡Hola, amigos! Se diría que me
estabais esperando. Tengo hambre y voy a comerme a alguno de vosotros.
-Por favor, váyase y déjenos. No le
hemos hecho ningún mal.
-No me importa, tengo hambre y voy
a comeros.
-Entonces, por favor, déjenos
hablar un poco.
-Bien, pero daos prisa.
Todos los gansos a coro, empezaron
a alborotar:
-¡Cuac... cuac... cuac...!
Era tal el estrépito que a la zorra
le empezaron a doler los oídos. Y como aquello se prolongaba, no sólo los
oídos, sino la cabeza entera. Y como el griterío no llevaba trazas de acabar,
la zorra perdió la paciencia y acabó por alejarse en busca de silencio y entonces
los gansos, muy contentos, se zambulleron en el agua.
999. Anonimo
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