Los padres de Wendy, Miguel y Juan
habían ido aquella noche al teatro, dejando a sus hijos solos en casa.
Wendy miraba por la abierta
ventana, esperando ver aparecer ¿a quién? Nada menos que a Peter Pan, su héroe.
¿Y si no llegaba?
Pero él se presentó y preguntó a
los niños:
-¿Queréis venir conmigo al país de
Nuncajamás?
Como ellos afirmaran entusiasmados,
Peter ordenó al hada Campanita, que le seguía a todas partes, que espolvorease
sus polvos mágicos para que sus amiguitos pudieran volar. En seguida, una
curiosa pandilla atravesaba los aires en ropa una pasarela tendida entre el
barco y ventanal, a sus queridos amitos.
-¡Adiós, Peter Pan! -gritaban los
tres hermanos cuando el galeón se perdía en los cielos de la noche.
-¡Adiós! -se escuchó la voz lejana
de Peter Pan.
999. Anonimo
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